Apenas un par de noches después del Día de Todos los Santos, Guadalupe Nettel se ha alzado hoy con el Premio Herralde de Novela con una historia de amor y muerte en la que los personajes sienten una fascinación extraña por los cementerios. “No es raro, soy mexicana”, reconocía la ganadora, tras imponerse a 1.462 obras presentadas. Es, como recordó el editor Jorge Herralde, el quinto galardón que viajará a ese país: “Esto parece cada vez más un encuentro Anagrama-México”.

Su novela, Después del invierno, transcurre en País, “un lugar donde hay muchos autores, también latinoamericanos, enterrados, así que se puede decir que uno visita esos espacios para rescatar a esos muertos que siempre te acompañan”.

Nettel, que a pesar de su juventud (nació en 1973) ya fue finalista del premio convocado por la editorial Anagrama en 2005 con El huésped, vivió cinco años en París (quince en Francia, en total). Y es en esa ciudad donde se cruzan las vidas de dos personajes lastrados por un pasado traumático con el que deberán negociar mientras se descubren el uno al otro. Claudio es un cubano que reside en Nueva York y trabaja en una editorial, aún perturbado por la muerte de su primera novia y por sus ritos iniciáticos en La Habana. Cecilia es mexicana, pero vive y estudia en París, donde quiere despojarse al fin de una adolescencia difícil mientras descubre a personajes como Tom, un chico enfermizo al que le gusta pasear por los cementerios. “Tiene que ver mucho con el duelo, con el luto, con toda esa dimensión cotidiana que no queremos mirar…. No es una novela luminosa”, aclaró la ganadora de este galardón dotado con 18.000 euros. “Tiene una luz negra, en todo caso”, matizaba su editor.

Apenas un par de noches después del Día de Todos los Santos, Guadalupe Nettel se ha alzado hoy con el Premio Herralde de Novela con una historia de amor y muerte en la que los personajes sienten una fascinación extraña por los cementerios. “No es raro, soy mexicana”, reconocía la ganadora, tras imponerse a 1.462 obras presentadas. Es, como recordó el editor Jorge Herralde, el quinto galardón que viajará a ese país: “Esto parece cada vez más un encuentro Anagrama-México”.

Su novela, Después del invierno, transcurre en País, “un lugar donde hay muchos autores, también latinoamericanos, enterrados, así que se puede decir que uno visita esos espacios para rescatar a esos muertos que siempre te acompañan”.

Nettel, que a pesar de su juventud (nació en 1973) ya fue finalista del premio convocado por la editorial Anagrama en 2005 con El huésped, vivió cinco años en París (quince en Francia, en total). Y es en esa ciudad donde se cruzan las vidas de dos personajes lastrados por un pasado traumático con el que deberán negociar mientras se descubren el uno al otro. Claudio es un cubano que reside en Nueva York y trabaja en una editorial, aún perturbado por la muerte de su primera novia y por sus ritos iniciáticos en La Habana. Cecilia es mexicana, pero vive y estudia en París, donde quiere despojarse al fin de una adolescencia difícil mientras descubre a personajes como Tom, un chico enfermizo al que le gusta pasear por los cementerios. “Tiene que ver mucho con el duelo, con el luto, con toda esa dimensión cotidiana que no queremos mirar…. No es una novela luminosa”, aclaró la ganadora de este galardón dotado con 18.000 euros. “Tiene una luz negra, en todo caso”, matizaba su editor.

Las novelas meteorito
México ha sido tradicionalmente un territorio fértil en meteoritos. Y sin embargo el finalista del premio, Manuel Moyano (Córdoba, 1963), considera que es el que cayó en Molina de Segura (el más aparatoso de nuestros últimos 150 años) el que ha convertido esa zona en una tierra fértil donde crecen muchos escritores como él. De hecho, El imperio de Yegorov es de algún modo un meteroide velocísimo y extraño: si Nettel necesitó una década de trabajo para rumiar y concretar su historia, él la escribió en quince días. “Cuando descubrí la técnica que podía emplear, explicar todo mediante documentos de todo tipo, el resto vino rodado”, apuntaba el también autor de El amigo de Kafka, que le valió en 2001 el Premio Tigre Juan a la mejor obra narrativa publicada en España.

Como su compañera de galardón, Moyano suele entrenarse habitualmente en distancias narrativas más cortas. “Esta historia tiene unas dimensiones enormes: casi un siglo y todo el planeta. Un narrador más convencional haría una novela de 700 páginas y yo soy absolutamente incapaz de escribir eso”, confesó ayer.

El relato arranca en 1967 con una estudiante de Antropología que contrae en la isla de Papúa Nueva Guinea una enfermedad parasitaria que muchos querrán capitalizar, pero crece de forma proteica y acelerada. Por esa razón y no por buscar la excentricidad formal, decidió hilar el ambicioso relato de otro modo. El resultado es que el lector desovilla la historia a través de documentos encontrados: un prospecto médico, un SMS, un testamento, toneladas de e-mails, noticias de periódicos….. “Empecé con un diario personal y de repente entendí que usaría esa técnica. A pesar de la dispersión, sí quería que se leyera casi como un thriller, que no se entendiera plenamente hasta la última frase”, explica el narrador cordobés. Una táctica narrativa que le permite, además, guiarse por la intuición de Hemingway de que “es mejor sugerir con pinceladas que contar toda la historia”.

Moyano es ingeniero agrónomo y ahora trabaja en la gestión cultural, pero el rasgo que le da relieve es casi un secreto: es miembro de la Orden del Meteorito de Molina de Segura. “No puedo contar mucho, pero podéis mirar información en internet”, ironizaba. Fascinado también por el brote vanguardista de la patafísica, por esa ciencia de las soluciones imaginarias alentada por Alfred Jarry, Moyano prefirió conservar tanto el misterio de su novela como el de esa actividad. Aun así, cuando la ganadora afirmó que estaba muy feliz por el premio pero también “muy envidiosa por no pertenecer al Institutum Pataphysicum Granatensis” en el que milita su compañero, él no lo dudó: “Ningún problema: te propondré como sátrapa trascendente y seguro que serás magnífica para el puesto”.

EL CONFIDENCIAL

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