Era la época de la revolución macha, muy macha. Tan macha, que Fidel Castro mismo se fijaba en sus discursos en los pantalones “demasiado apretaditos” de los jóvenes rockeros, a los cuales pretendía descalificarlos por tener lo que él llamaba en aquel entonces “actitudes ElvisPreslianas”. Nótese el tono de abuelita moralista, no exento de cadencias un tanto afectadas, cuando el varonil Comandante dice que “han llevado su libertinaje extremo a querer ir a sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides”.

¿Qué habrá dicho ahora el octogenario fanfarrón, en situación de retiro, cuando vio las nalgas jadeantes de Mick Jagger revoloteando en todo su esplendor sesentón en su Habana, la capital de sus ensueños, en el centro mismo de su terruño, en el nido de su revolución de machos recios? La isla ahora inundada de capitalismo ricachón y de fantasías mariconas… ¿Se perdió ahora la moral de la juventud cubana? Fin de mundo, mi Comandante. Lástima que ya no pueda decir “y en eso llegó Fidel y mandó a parar”…

Lucio Malo

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