Con sus camisetas y jeans los reos de la cárcel de Tocorón, en el estado Aragua, se pasean con sus motos por las angostas caminerías del penal. Andan armados. Exhiben pistolas y armas largas sin pudor de lunes a sábado. Y es que de lejos se distinguen sus cargadores. También se les ve conversando por teléfono por sus celulares de última generación. El preso más humilde usa un Samsung S5.

En la entrada del pabellón 2 hay un grupo de reos que fungen como gariteros, quienes custodian a los pranes que viven en ese galpón, donde anteriormente funcionaban los talleres de capacitación. Actúan como soldados resguardando una fortaleza. Si se quiere hablar con uno de los presos privilegiados, el interesado debe anunciarse con ellos. Caminan de un lado a otro con sus armas. Los funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana solo están apostados en la entrada, en el área de requisa. “Los funcionarios no se atreven a poner orden adentro porque ese es un territorio conquistado por el Niño Guerrero”, afirmó uno de los reos.

El domingo es el único día de la semana que los presos esconden las armas, pues reciben la visita de sus hijos. Ese día organizan actividades especiales. “Nosotros respetamos a los chamitos”, dijo el recluso, mientras señalaba un camión cisterna y a un grupo de obreros que habilitaban colchones inflables para darles la bienvenida a los niños. Este panorama contrasta con las declaraciones que en febrero dio la ministra de Asuntos Penitenciarios, Iris Varela, quien después del cierre de la cárcel de San Antonio, en Nueva Esparta, aseguró que 90% de los centros de reclusión del país estaban libres de armas, drogas y celulares.

Convertido en un club. Tocorón es lo más parecido a un club social. Dispone de piscina, parque infantil y una discoteca, de nombre Disco Tokio, que actualmente está en proceso de remodelación porque se está construyendo el segundo ambiente vip. En el corredor principal del pabellón están apiladas las baldosas de porcelanato que serán colocadas para revestir el nuevo espacio. Sin embargo, el cierre temporal de la discoteca no ha sido una limitante para la organización de las fiestas. Frente al caney del penal instalaron una tarima con luces y sonido para armar las rumbas los sábados en la noche.

A lado de la tarima se ubican los establecimientos comerciales. Hay una tienda de zapatos y ropa deportiva de marca, centros de navegación de Internet, que cobran hasta 40.000 bolívares la hora de navegación; peluquería, puestos de alquiler de teléfonos, una casa donde compran oro, y taquillas bancarias, donde los presos pagan la causa; es decir: el derecho de permanecer ahí y piden préstamos cuando tienen un aprieto económico.  Un poco más arriba funciona un motolavado. Ahí había dos presos puliendo motos. Las dejaban como nuevas y uno de ellos gritaba: “¡Venga y lave su moto¡ Aquí se la ponemos bella”.

Un poco más arriba del motolavado, durante los fines de semana se escucha la algarabía de los reos cuando apuestan en las carreras de caballo. Uno de ellos manipula una gigantesca consola de sonido para escucharlas en sonido estéreo, mientras que los fanáticos no les quitan la mirada a los televisores pantalla plana que transmiten las competencias. Hay más de cinco centros hípicos en el penal.

Los visitantes llevan sus gallos a pelear contra los ejemplares de los reos en la gallera Tokio, cerca de los centros hípicos. Apuestan sumas millonarias, al tiempo que ven a sus animales batallar, campanean sus tragos de cubalibre y anís, que son vendidos en las licorerías instaladas en la cárcel. El ambiente festivo de ese lugar contrasta con la tranquilidad que se percibe en el zoológico de contacto que se encuentra a pocos metros. Los domingos, los niños y las esposas de los presos contemplan los flamingos, los gansos que se pasean por una pequeña laguna, la pareja de avestruces y los monos. Hay un rey zamuro que con su porte imponente pareciera que custodiara la ciudad penitenciaria. Justo al lado están las caballerizas. Los caballos los usan para pasear por las áreas verdes de la cárcel.

De acuerdo con Humberto Prado, director del Observatorio Venezolano de Prisiones, Tocorón es la cárcel más poblada de Latinoamérica. Alberga 11.000 presos. Superó al centro de reclusión de Lurigancho, localizado en la ciudad de Lima, Perú, cuya población asciende a 10.500 reclusos.

EL NACIONAL

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