Son cuatro las cicatrices de puñaladas que José tiene en su cuerpo, pero ninguna tan dolorosa para él como la que pretenden sumarle. Con 29 años y muy poco miedo, este joven venezolano espera vencer el estigma, dejar una huella y ganar la batalla a la Fuerza Armada de su país que lo expulsó de sus filas por el simple hecho de ser homosexual.

Aquella velada íntima y fortuita había terminado para José que ya dormía antes de la medianoche.Fue el frío cuchillo que entró en su cuello lo que lo sacó del sueño trayéndolo de vuelta a una pesadilla: quien le había ofrecido besos y caricias hacía algunos instantes ahora se lanzaba en su contra, puñal en mano, y concretaba una segunda punzada a la altura de la frente.

Era de noche y aún no vencía la primera mitad de 2015 cuando “una decisión irresponsable” puso en riesgo la integridad de José, cuyo verdadero nombre y cargo no serán revelados. Invitó a su casa a un compañero militar de menor rango con quien acordó pasar la noche y disfrutar del tiempo libre de ambos en la comodidad que supone el hogar.

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