Mariana alzo su brazo con celular en mano se tomó un selfie que luego subió a los estados de whatsapp; se recostó en un sofá para revisar las fotos de Instagram hasta que le llego una notificación de mensaje –Mariscaaaaa vámonos de rumba – decía el mensaje, ella sonrió y respondió –Dale marisca si va donde nos vemos – La respuesta fue inmediata –Vamos a llevar a la niña al departamento de mi mama y ahí le decimos a Carlos que nos pase buscando – Mariana se preparó para salir a la fiesta, se puso un minifalda color blanco que le hacían resaltar su hermosa figura; en la radio sonaba un reggaeton de la canción de Yandel llamada “Como Antes” y comenzó a bailar, lo hacía de una manera tan extravagante que de haber tenido público hubieran disfrutado enormemente el meneo de su cintura.
Las dos chicas y la niña caminaban a eso de las seis y treinta de la tarde con el objetivo de dejar a la infante en el apartamento de la madre de la compañera de Mariana; la inseguridad reinante obligó a las jóvenes a esconder su celular muy bien en sus carteras; pero la compañera no había sido tan prudente como Mariana, en varias oportunidades había sacado el celular para husmearlo; el teléfono de Mariana era marca Sansung J5 y era una de su posesiones más preciada, pasaba horas viendo las aplicaciones, sus preferidas eran las redes sociales y su mente se había condicionado tanto a la compañía del pequeño aparato que no se podía imaginar su vida sin él. Dos jóvenes con aspecto que generaban desconfianza se les acercaron a las dos chicas, uno de ellos sacó una pistola que escondía dentro de su pantalón y le dijo a la amiga de Mariana –Dame el celular que tienes dentro de la cartera perra – la chica comenzó a temblar y se lo dio sin oponerse, los delincuentes le pidieron la cartera a Mariana y esta respondió –Aquí no tengo nada –Pero justo en ese momento un repique de llamada comenzó a sonar, maldijo en su mente y los malandros le pidieron su celular; Mariana era una chica recia que había crecido en un hogar llenos de hombres y sabía defenderse, desde pequeña había peleado con hombre y mujeres cuando era necesario y no se iba a dejar intimidar por los antisociales aunque tuvieran armas, por su apreciado aparato hubiera hecho cualquier cosa para no entregarlo, pero en medio de la ira que la invadía observó a la niña llorando y cayó en cuenta que no era necesario causarle más trauma a la pobre, con toda la rabia del mundo entrego el aparato, sintió que la despojaron de una parte de su cuerpo y nunca supo si la lagrima que rodaba por su mejilla era por tristeza o por enojo.
Los siguientes días fueron un tormento para Mariana, no podía revisar los estados de whatsapp, las fotos de Instagram, no se enteraba de nada en un país donde reinaba la desinformación porque no contaba con Twitter y tampoco se podía enterar de los chismes de Facebook que tanto disfrutaba, en un principio sintió un sentimiento de tristeza que asoció con un despecho que en algún momento había sufrido; deseaba mantener su mente ocupada, hasta leyó las Atalayas de su abuela que era testigo de Jehová y le había encontrado cierta lógica a la religión; no veía el día en que pudiera contar nuevamente con el prodigioso aparato; con lo costoso que se encontraban le era difícil adquirir uno nuevo, busco financiamiento de su padre, de sus amigos y hasta de su novio, pero todos se encontraban en una difícil situación económica. Al pasar los días su cuerpo se fue desintoxicando de la adicción al celular; comenzó a ver televisión, hablar con las personas directamente y hasta le había dicho a su abuela que la acompañaría a las misas de los testigos de Jehová aunque al final nunca terminara haciéndolo. A los días su padre le regaló un celular que ella consideraba “gallito” porque no tenía sistema operativo, pero aun así le agradeció porque podía enviar mensajes SMS para comunicarse con sus amigos.
Mariana todavía sueña con volver comunicarse con las personas mediante aplicaciones de celulares, desea tomarse fotos y poder subirlas a las redes para que sus conocidos sientan admiración de sus actividades, pero por los momentos debe esperar que la suerte económica la arrope y puede comprarse el aparato que cada vez se hacía más difícil adquirir.
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