La actual crisis económica en la que está sumida Venezuela desconoce los limites mortuorios, ha trascendido el plano terrenal para continuar incomodando al ciudadano común luego de su muerte; el finado Félix Ramón Abarca, pese a ya haber fallecido, no está exento de la problemática hiperinflacionaria que afecta al país caribeño.
El cadáver del hombre occiso, un vigilante privado de 69 años de edad, ha permanecido en la morgue de Bello Monte – situada al este del Distrito Metropolitano de Caracas – por un intervalo de cinco días debido al desmesurado costo del sepelio: sus allegados no poseen el capital requerido para enterrarlo y temen que los restos mortales comiencen a descomponerse.
Acorde con los testimonios familiares, Abarca pereció en su propio inmueble, en el barrio Santa Ana del sector Carapita, perteneciente a la parroquia caraqueña de Antímano, producto de una lesión craneoencefálica que sufrió durante una caída en noviembre del 2017. 18 días posteriores a una intervención quirúrgica que le realizaron en el Hospital Dr. Miguel Pérez Carreño del municipio Libertador, fue dado de alta por los médicos.
“Le sacaron un coágulo de sangre y pensábamos que todo estaba bien, pero tuvo una recaída“, indicó Ramón Abarca, hermano del muerto. Según él, Félix no pudo reincorporarse a su empleo debido a la herida que le infligió el accidente. Actualmente, el entristecido pariente intenta – de manera infructuosa – subsistir con una pensión de vejez que le proporciona el Estado e indica que no tiene los recursos monetarios para cubrir los gastos de una funeral.
Pese a la indolencia generalizada de las autoridades, en la referida medicatura forense le ofrecieron al hermano del sexagenario una urna, adquirida a través de múltiples donaciones, sin embargo, aún necesita pagar por la correspondiente fosa, cuyo precio es de 30 millones de bolívares.
“De dónde saco yo 30 millones si lo único que tengo es la pensión. Si por mí fuera ya me hubiera llevado a mi hermano. ¿Ustedes creen que es muy sabroso estar metido aquí?“, se preguntó Abarca, que aprovechó la presencia de los medios para suplicarle a las instancias públicas que lo ayuden a enterrar a su hermano.