El consumo incontrolado de pornografía parece provocar una actividad cerebral en personas con un comportamiento sexual compulsivo o adicción al sexo similar a la que causa la adicción a las drogas, según un estudio de la Universidad de Cambridge (Reino Unido). Sin embargo, los investigadores advierten que esto no significa necesariamente que la pornografía sea en sí misma adictiva. El estudio se ha publicado en «PLoS ONE».
Existe controversia sobre lo que algunos expertos en salud mental denominan adicción al sexo. ¿Se trata de un trastorno mental o de algo más? En 2010 se incluyó por vez primera en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM 5), la ‘biblia’ de la Psiquiatría mundial, y lo que hasta ese momento era para muchos un cuento chino, se convirtió en la excusa perfecta en la que se escudaban personajes como el actor Michael Douglas o el golfista Tiger Woods para justificar sus infidelidades. Sin embargo, su clasificación como trastorno mental ha sido efímera, ya que en la última revisión de esta ‘biblia’ de la salud mental, las adicciones sexuales no ha logrado «pasar el corte». A pesar de ello, muchos han achacado sus problemas de pareja, económicos o laborales y de cualquier índole a su adicción al sexo. Algunos sexólogos estiman que habría un 6% de la población con este problema. Pero, ¿realmente existe esta enfermedad?
Aunque las estimaciones precisas se desconocen, algunos estudios han sugerido que hasta uno de cada 25 adultos está afectado por una conducta sexual compulsiva. Esta adicción puede tener un gran impacto sobre la vida y el trabajo de una persona, lo que conduce en ocasiones a sentimientos de vergüenza. Y entre los factores desencadenantes, un excesivo de la pornografía parece ser una de las principales características identificadas en muchas personas con comportamiento sexual compulsivo.
En este nuevo trabajo los investigadores del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Cambridge examinaron la actividad cerebral de 19 varones adictos al sexo y los compararon con el mismo número de voluntarios sanos. Todo ellos había comenzado a consumir pornografía a edades más tempranas y en mayor proporción que los los voluntarios sanos.
Actividad cerebral
«Nuestros pacientes tenían grandes dificultades para controlar su conducta sexual lo que complicaba su vida diaria», asegura Valerie Voon. En muchos aspectos, añade, «sus comportamientos eran muy similares a los de las personas adictas a drogas». Para determinar si ambas adicciones compartían una misma actividad cerebral los investigadores analizaron las respuestas cerebrales de los participantes ante distintos estímulos -vídeos cortos de contenido sexual explícito o de deportes- mediante resonancia magnética funcional (fMRI), que utiliza un nivel de oxígeno en la sangre (BOLD) para medir la actividad cerebral.
Así, comprobaron que tres regiones eran más activas en los cerebros de las personas con un comportamiento sexual compulsivo en comparación con los voluntarios sanos. Dichas regiones -estriado ventral, dorsal cingular anterior y la amígdala- son las áreas que también están especialmente activadas en los adictos a las drogas cuando se muestran estímulos relacionados con su adicción. Explican los investigadores que el estriado ventral está involucrado en los procesos de recompensa y motivación, mientras que la corteza cingulada anterior dorsal lo está con la anticipación de recompensa y anhelo por la droga y la amígdala con el procesamiento de la importancia de los acontecimientos y las emociones.
Los investigadores también preguntaron a los participantes que evaluaran el nivel de deseo sexual que sentían mientras veían los vídeos, y lo ‘mucho’ que les gustaba verlos. Se sabe que las personas adictas a drogas se sienten ‘obligadas’ a buscar la droga porque ‘necesidad’ más que por un ‘disfrute persona’. Este proceso anómalo se conoce como ‘motivación de incentivo’, una teoría convincente en trastornos de adicción.
Sexo explícito
Como era de esperar, los investigadores vieron que los pacientes con un comportamiento sexual compulsivo mostraron mayores niveles de deseo hacia los vídeos de sexo explícito, pero no los calificaron necesariamente con la puntuación más alta. En los pacientes, el deseo también se correlacionó con una mayor interacciones entre las regiones dentro de la red identificada, con una mayor intercomunicación entre la corteza cingulada dorsal, cuerpo estriado ventral y la amígdala.
Voon y sus colegas también encontraron una asociación entre la actividad cerebral y la edad: cuanto más joven era el paciente, mayor era el nivel de actividad en el estriado ventral como respuesta a la pornografía. Además, destacan que dicha asociación fue más fuerte en los individuos con un comportamiento sexual compulsivo. Las regiones de control frontales del cerebro, en esencia, los «frenos«» de nuestras actitudes compulsividas – continúan desarrollándose hasta mediados la veintena, y dicho desequilibrio puede causar una mayor impulsividad y toma de conductas de riesgo en los jóvenes. Los hallazgos relacionados con la edad en individuos con comportamientos sexuales compulsivos , señalan los expertos, sugieren que el estriado ventral puede ser importante en los aspectos de desarrollo de los comportamientos sexuales compulsivos de una manera similar como lo es en las drogodependencias.
«Existen claras diferencias en la actividad cerebral entre los pacientes que tienen un comportamiento sexual compulsivo y los voluntarios sanos y estas diferencias son similares a los de los drogadictos -añade Voon-. Mientras que estos resultados son interesantes, es importante tener en cuenta, sin embargo, que no podían ser utilizados para diagnosticar la patología. Tampoco nuestra investigación proporciona necesariamente evidencia de que estas personas son adictas a la pornografía».
Para John Williams, jefe de Neurociencia y Salud Mental en el Wellcome Trust, los conductas compulsivas, como ver porno, comer o jugar en exceso, son cada vez más comunes. «Este estudio nos ofrece nuevos datos para descubrir cómo nos comportamos ante actitudes que sabemos que son potencialmente perjudiciales para nosotros».