Sí, sí, a todas nos han enseñado (ya no digamos el porno, incluso los libros) que el medidor de que seamos buenas amantes está en aguantar “lo que el pene decida durar”. Y, obvio, a ellos (en esa difusión machista que en nada les convino) que si son ‘dura poquito’, o sea, terminan en dos minutos, son dignos del salón de la vergüenza del sexo y que hasta deben buscar ayuda médica.

 

La cosa es que seguimos repitiendo creencias limitantes que nos sumergen en el atolladero sexual. ¿Pero se trata de tiempo?, ¿hay una “medida”? Acá vamos, pero eso sí, dile adiós a esos dolores postcoito y rozaduras marca “no lo vuelvo a hacer”.

 

– La mentira vaginal

A ver, la plenitud sexual es personalísima. Y no existen fórmulas para ello. Tendríamos que comenzar por preguntarnos si tenemos sexo como queremos y nuestro cuerpo pide, o como aprendimos que debería ser, como nos enseñaron que tenía que funcionar. La más terrible mentira sexual, que ha destrozado a millones de colchones por generaciones, enuncia lo siguiente:

 

Una mujer al ser penetrada ya está en vía del orgasmo

O sea, que tarde que temprano cuanto más un hombre introduzca y saque su miembro, ella llegará al ansiado clímax; y por lo cual (desde el primer embate) ella debe estremecerse, poner los ojos en blanco y gemir como loca.

 

Que su vagina es la responsable de que ella salga catapultada como bola de fuego

Otro mito que provoca que la contraparte, es decir, el galán en cuestión, para considerarse poderoso, requiera de una estrategia metesaca duradera y frenética. De no ser así, se considera eyaculador precoz. En tanto, nosotras, nos sentimos las más freaks desde la primera hasta la nonagésima octava ocasión que sentimos un pene deslizarse por nuestra vagina, porque nunca nos surgieron esas reacciones.

Tampoco la gemidera que se suponía que tenía que salirnos del alma. Al final, ya no sabemos si hacemos esos ruidillos de manera automática porque nos entrenamos para no parecer unas insensibles. Pues no y no. Empecemos por ellos.

 

– Controladoras del cronómetro

Hasta hace menos de una década, a todo hombre que eyaculaba en dos a tres minutos una vez iniciada la penetración, se le consideraba un eyaculador precoz (EP). Y ahí los teníamos casi con cronómetro en mano. Al no cumplirlos, tenía que ir por la vida con la “P” escarlata pegada al pecho (no se diga los que terminaban apenas en el foreplay). Además, la EP se consideraba como la disfunción sexual más frecuente; de hecho, un reporte de los laboratorios Janssen-Cilag en 2011, afirmaba que 80% de los hombres a nivel mundial no estaba feliz con el tiempo que tardaba en eyacular.

Pero ¿cómo es que tantos padecen lo mismo? ¿No será que ese 80% trataba de hacerlo dentro de la media de tiempo que “se decía” que debían hacerlo? Y obvio, sus parejas, tal vez sin preguntarles si con eso tenían suficiente, sentían que él estaba “malito”, porque ellas también aprendieron que un hombre debe poder penetrarlas por horas.

Simple, ¿no? ¿Dónde está la falta de plenitud en el 1?, ¿quién dice que no la pasan bomba? Y, muy importante, ¿y si tú tienes una ‘vagina precoz’?, tal vez tengas suficiente con poco tiempo de penetración, o en ocasiones necesites que él postergue un poco más. Pero no te acostumbres a que siempre tienes que estar horas tendida como parte de tus ‘responsabilidades amatorias’.

6 Trucos para tener increíbles orgasmos múltiples

Tu vagina NO es tu órgano sexual

No, no eres rara. La vagina es tu órgano reproductor. Y como ya sabes, el clítoris es tu órgano sexual. Por lo tanto, si no se estimula por fuera o por su parte interna (la Zona G, antes ‘Punto G’), pues el orgasmo no se va a crear por generación espontánea. Y (apréndetelo, pero ya), por ende, no necesitas a un tipo dándote mil embates ni dos horas de penetración.

Eso, lo único que provoca es que las pocas terminales nerviosas de tu vagina se duerman, literal. Y claro, además no estarás ni cerquita de lograr el orgasmo, porque de esa manera no puede estimularte directamente en la zona G, mucho menos en el clítoris.

¿Breve, pero no tanto?

Vale, quieres un término medio. Tampoco te atrae que él apenas esté entrando y ya esté disparando, ¿cierto? Bueno, el tema realmente es el control, no el tiempo. Está en su capacidad para tenerlo. Eyacular cuando él quiera requiere de entrenamiento; a solas y contigo. Pero sobre todo, de conectarse y sentir. Tiene que romper con la idea de que todo está en que dure. ¿Cómo? Debe autoerotizarse y dejar de masturbarse, o sea, dejar de tirar de su pene como si fuera la liana de Tarzán a toda fuerza y rapidito para eyacular, también rapidito; porque lo único que hace es crear un reflejo de su cerebro: estímulo, igual a disparo.

Deja que tu vagina hable

Tu sexualidad no es consecuencia de la de tu galán. No estás ahí para ser la depositaria de su pene, o para que él se masturbe con tu vagina. Si necesitas otras estrategias y penetraciones cortas, pero profundas, rítmicas, suaves, lentas o de menos a más, dícelo.

Prueba montarte en él y deja que lentamente te penetre en tanto tú presionas su pene con los músculos de tu vagina. Lleva el ritmo y pídele que te estimule manualmente por fuera o que incluso utilice un juguete pequeño que vibre sobre tu clítoris. Balancea tu cadera y verás que ese pum-pum-pum de antes era cosa de principiantes.

Esta dinámica, además de cambiarte la vida sexual al 100, va a ser de enorme ayuda para que él realmente se conecte con la sensibilidad de su pene; para que reconozca su capacidad de controlar o manipular sus tiempos de eyaculación. Verás que quizá tenías toda la vida teniendo sexo sin escuchar a tu cuerpo. Disfrútalo, que para eso lo tienes.

Cosmopolitan

 

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