Basado en la fuerza de la costumbre, el estereotipo de las relaciones de pareja aboga por la monogamia. Este vínculo proviene desde el Neolítico, cuando la apropiación del excedente por parte de los “líderes” los obligó a tomar en exclusiva a una mujer, para asegurar la sucesión de bienes a sus legítimos herederos.

Desde entonces, “la mujer se vio obligada a vivir sujeta a un hombre, en calidad de pareja, y a prestarle juramento de fidelidad”, sostiene Chimo Fernández de Castro (1990) en “La otra historia de la sexualidad”, libro que recoge la actividad sexual de los pueblos y culturas, desde el Paleolítico, hasta finales del siglo XX.

Historia de la familia. Trabajos pioneros

Según Lewis Henry Morgan, padre de la antropología, el género humano ha pasado por tres grandes etapas: salvajismo, barbarie y civilización. En la primera reinó la promiscuidad. La segunda (plenamente neolítica), fue escenario de una pareja poco estable. La tercera empieza con el hacha de hierro y en ella se consolida la monogamia como modelo.

Reconstruyendo retrospectivamente la historia de la familia, Morgan (Lewis Henry) llega a la conclusión (según la mayor parte de sus colegas), de que existió un estadio primitivo donde cada mujer podía tener relaciones íntimas con varios hombres de la tribu, y para cada varón era normal vincularse a distintas parejas, a lo largo de su vida.

A la luz de la historia, la monogamia indisoluble (como pretende la sociedad puritana), es una visión puramente cultural contra la cual se rebela el género humano contratando sexoservicios, teniendo relaciones extramaritales y cambiando de parejas.

Malestar en la moral por los amores clandestinos

Actualmente, aunque la aceptación social de la homosexualidad como preferencia sexual legítima crece en la geografía mundial, las relaciones extramaritales siguen etiquetadas como engaño, adulterio e infidelidad, o como “obra de la tentación”.

Desde la perspectiva sociorreligiosa, el amasiato es considerado como un mal vínculo que no solo rivaliza con la pareja unida por la ley y por fe, sino como un patrón que pone en riesgo al matrimonio y a la familia como instituciones clave.

Si la estricta monogamia es la cumbre de la virtud, cómo debe entenderse que a pesar de las conquistas logradas, en poco más de un siglo de luchas por los movimientos de liberación de la mujer, la complejidad de la poligamia y la poliandria solo se estudien de manera tímida por las ciencias de la conducta humana.

Tareas pendientes de la psicología de la pareja

Mientras la sociedad espera descubrimientos que vayan más allá de lo marginal, el psicoanálisis, la psicología, la sociología, la etología (que se ocupa de las bases biológicas del comportamiento aprendido), y otras ciencias sociobiológicas, todavía no estudian de manera integral las relaciones fuera del matrimonio y las crisis en la pareja.

Para no desorientar la investigación de la salud psíquica, cabe asumir que esta florece en la libertad (sexual, incluida) y enferma cuando se pierde la capacidad de lucha contra las prohibiciones y las represiones opuestas a la evolución natural de la sociedad, la familia, la pareja y la persona.

Como pareja, la búsqueda empeñada en construir una relación emocionalmente nutritiva y estimulante parece no tener fin, no obstante (sin ser amasiópata ni estar separado), ese proceso no siempre tiene lugar con la misma persona. Al respecto, la inteligencia emocional de la infidelidad ha aportado evidencias importantes.

Con el término “amasiópata” –expone el psicoanalista Andrés Alejandro Cuevas Sosa-, se puede designar al individuo impulsivo e irreflexivo que se involucra o establece relaciones (de amante) enfermizas. Para esta clase de pacientes, los lazos de amistad o de parentesco no constituyen límite alguno para el amasiato, mientras que las relaciones de pareja son un vínculo más de satisfacción. Su hombría o hembría no está claramente definida, por eso participa de manera indiscriminada en múltiples relaciones, no siempre heterosexuales.

Sin pedirle a la naturaleza humana lo que no puede dar y, superando el cómodo expediente de los tabúes cuya naturaleza ha conformado una especie de código moral represor de la infinita imaginación sexual del ser humano saludablemente constituido, la investigación de las relaciones extramaritales está llamada a ocuparse de entender, comprender y explicar el papel que las relaciones de “amasiato” han desempeñado y tienen en el funcionamiento de la salud emocional de las personas, las parejas, las familias y la sociedad.

Aventuras sexuales y parejas fallidas

Atendiendo a la inteligencia de las aventuras la relación extramarital en nuestra civilización constituye un vínculo poco estudiado que a menudo complementa y (hasta) sostiene a la pareja tradicional. Algunos estudios sobre el concepto de género y de la infidelidad sin sexo también se han acercado a los amores clandestinos, que no siempre contribuyen a parejas fallidas.

José Palomares Santos

SUITE101.NET

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