Nuestra sociedad ha padecido varias veces el retroceso de sus anhelos de modernización, justicia y bienestar social desde que pasara a sostenerse hace casi un siglo sobre una economía petrolera rentística. La gran debilidad de esta economía reside en su altísima vulnerabilidad a la fluctuación de los precios internacionales del barril, un factor que es externo y poco controlable por actores sociales o políticos del país. La situación se ha ido agravando, pues la sociedad fue creciendo y complejizándose, requiriendo cada vez más renta para satisfacer las necesidades y demandas de la población. Pero también porque las élites en el poder han sido incapaces de formular un modelo de desarrollo que, ajustado a las particulares condiciones petroleras, cuente con suficiente consenso para aplicarse.
Distintos ensayos políticos han creado un cuadro de distorsiones en la economía no petrolera. De manera creciente se fue produciendo una situación de desconexión entre producción interna y niveles de consumo. Los venezolanos vivimos por encima de nuestras capacidades productivas, vivimos “de las rentas”. La economía rentística también dio forma a un Petroestado ineficiente y corrupto. Esta situación no fue corregida por el chavismo, por el contrario, el “proyecto socialista” que se busca imponer exacerba la condición rentística, desembocando hoy en una franca y global crisis, agravada por el estancamiento y tendencia a la baja del precio de la cesta venezolana en el mercado mundial.
Documentos de alarma escritos colectivamente desde 2013 por economistas reconocidos del país, algunos incluso chavistas, vienen advirtiendo lo grave de la situación. Sin embargo, ni en el discurso ni en la práctica oficial se ha reconocido o tomado medidas coherentes y sostenidas para superar la disfuncionalidad. Hasta la fecha, el presidente Maduro, como Chávez en su momento, solo reconoce que se trata de una “guerra económica” de nuestros enemigos externos.
Resulta un imperativo para nosotros como ciudadanos participativos exigir el debate para superar la irresponsabilidad con que han actuado, antes y ahora, las élites políticas. Pero, para ello, debemos nosotros también entender que una sociedad rentística ni es moderna, ni es democrática.
@mlopezmaya