Es tal la devastación en la vida cotidiana que ha hecho que el país se unifique, cuando 90% de los consultados, en algunas encuestas, y en otras 95%, considera que Venezuela va mal.
Provoca indignación reseñar cómo un desgobierno ha destruido un país como el nuestro en todos sus órdenes: en lo político, en lo económico, en lo social, en salud y en educación, en todas sus instituciones, y avanza hacia la implantación de un régimen totalitario que ha confiscado las libertades ciudadanas, negado el derecho al voto y lanzado la Constitución y las leyes al cesto de la basura. El autoritarismo se manifiesta a su vez en el culto a la personalidad y en la conversión en un gobierno de facto que ha hecho involucionar al país, que con todas sus fallas venía progresando en un ambiente de democracia.
Es tal la devastación en la vida cotidiana que ha hecho que el país se unifique, cuando 90% de los consultados, en algunas encuestas, y en otras 95%, considera que Venezuela va mal. Podríamos ilustrar estas afirmaciones con varios datos. El primero en el campo industrial: según el presidente de Conindustria, han desaparecido 8.000 empresas, y en una encuesta anterior, solo en 2016 fueron lanzados a la calle 700.000 trabajadores. El fracaso radica en la incompetencia y el querer imponer un “modelo socialista” que no es ni chicha ni limonada pues lo que se aplica es un capitalismo de Estado mediante la estatización de 551 empresas que han arrojado pérdidas millonarias.
Otro aspecto es lo que ha sucedido en el campo por la confiscación de miles y miles de hectáreas, muchas de las cuales se encontraban en plena producción y estaban generando una corriente de inversiones y tecnificación de la agroindustria que ya comenzaba a exportar. Hemos citado unas cifras que son elocuentes: para 1998, de cada 100 dólares que ingresaban al país, 65 correspondían a los hidrocarburos y sus derivados y 35 a exportaciones no tradicionales; ahora la situación es 98 contra 2. En resumen, se ha destruido el aparato productivo.
Es triste constatar la situación que vive la población en materia de servicios: agua, electricidad, abastecimiento, y dos áreas vitales como son la salud y la educación, y esta última con cifras que indican el retroceso sufrido en plena vivencia del conocimiento universal.
Un régimen de esta naturaleza tiene que ser sustituido por un gobierno que gobierne para todos, en democracia y libertad, y que garantice una calidad de vida decente. Un gran Acuerdo Nacional que incluya a toda la disidencia que con coraje y con una dirección plural logre implantar un gobierno de Unidad Nacional. ¡Sí se puede!
@FundaPompeyo