Venezuela es el país con más constituciones y procesos constituyentes de América, sólo por delante de Haití e inmediatamente después de Bolivia. 27 constituciones en total si incluimos las 6 de la dictadura del general Gómez. El dato anterior es suficientemente contundente para ratificar un hecho: los países más atrasados del mundo son los aficionados a cambiar las constituciones cada cierto tiempo.

En principio una Constituyente es una mala idea para Venezuela por la misma razón que lo era en 1999.
El argumento básico para reemplazar la Constitución de 1961 era que no se cumplía, por lo tanto había que hacer una nueva. Algo completamente absurdo que mucha gente que uno presumía de inteligente defendía. El problema no era (y no es) la constitución, sino su cumplimiento.

Las constituyentes siempre (siempre) se han convocado desde el poder. Han sido un mecanismo para legitimar al grupo que arriba al poder. Esa es la verdad.

Uno puede comprender que mucha gente considere de muy buena e inocente fe que el procedimiento para convocar una nueva Asamblea Nacional Constituyente sea una manera de movilizar y encauzar la legitima protesta ciudadana como un mecanismo de lucha genuino. Pero, son tales los obstáculos que puede interponer el Gobierno por el control que ejerce sobre la instituciones claves (CNE y TSJ) que ese intento iría derecho a convertirse en una nueva frustración.

A uno no deja de sorprenderle que los promotores de esa opción no se paseen por el obvio escenario de un régimen que no va a dejarse aplicar la misma medicina que permitió acabar con la más duradera y exitosa de las constituciones de nuestra vida republicana: la de 1961. Desde las actuales instituciones no va a aparecer una graciosa sentencia del máximo tribunal de la nación facilitando otro procedimiento constituyente que barra con el poder actual. Esa película la ya lo conoce el chavismo y tengan la seguridad que no se la van a dejar aplicar.

Dicho esto, la pregunta lógica: ¿Si la Constituyente no es el camino, entonces que proponemos? Organización para la próxima confrontación que va a venir necesariamente, bien sea para las elecciones parlamentarias, bien sea que los acontecimientos se precipiten. En cualquiera de los dos escenarios la oposición debe organizase milimétricamente para sepultar con votos al proyecto totalitario chavista, cosa que hasta ahora no hemos hecho. No hay CNE, máquinas ni pretexto que valgan. San Diego y San Cristóbal son el ejemplo a seguir.

@PedroBenitezF

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