La tendencia hacia el revocatorio es irreversible. Se trata de una inmensa mayoría cada día más resuelta a superar esta crisis que apunta a Maduro como su epicentro de responsabilidad. No es venganza lo que quiere la gente. Urgen soluciones inmediatas a los problemas que la torturan. Tampoco el cuadro da juego para que algunos puedan escabullirse de este drama nacional hablando de dos bandos y protagonizando una polarización. Es todo un país que padece de altos índices de inseguridad, grave escasez de alimentos y medicinas, gigantesca inflación, y de cualquier problema que nos podamos imaginar. No es el afán de la oposición. Es una importante tarea de todos esmerarnos en cambiar las cosas, porque como están no nos sirven, ni a la oposición ni a los que medran del gobierno.

Por eso la Unidad se abre a Venezuela, a todos sus factores, sin discriminaciones, incluso invitando a luchar por el revocatorio a los que han defendido el chavismo desde sus inicios y que al día de hoy son víctimas de este fraude resumido en unos gobernantes que se burlaron de esos ciudadanos los cuales apostaron a una quimera de revolución. Es apenas el principio del gran arranque, porque al sustituir a este gobierno, debemos comenzar a recuperar al país. Y eso significa un gran compromiso nacional. Un reto colosal y exigente que requiere de mucha fuerza, trabajo y sacrificios. Nadie por si solo podrá arrastrar esa pesada carga para llevarla hasta el lindero del éxito que representará sacar la economía venezolana del hueco en que la han metido estos bribones. Rehacer sus instituciones y restaurar la esencia moral que se ha descompuesto extremadamente, hasta el punto -según mi particular parecer- que será el desafío más grande que debemos encarar.

Si este panorama no lo tenemos claro, corremos el riesgo de que tampoco sepamos cumplir la misión de redimir al país de las miserias en las que lo acorrala esta desventura. Es cuestión de responsabilidad y de un verdadero sentimiento venezolanista. El daño es abrumador, eso es más que evidente, y por más ambiciones que puedan anidarse en nuestras almas, nunca podrán ser mayores que la indispensable voluntad de servirle de corazón a nuestro muy querido país. Por eso la Unidad no puede ser “chiquita”, al extremo de suponer que apenas cabe en las manos de unos pocos, sino infinita como el horizonte que se nos asoma más allá de estas nebulosas llamadas a despejar.

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