Debe ser denunciado con firmeza y sin titubeos: el “diálogo” promovido por José Luis Rodríguez Zapatero y Ernesto Samper es peor que una farsa. No solo es fingimiento, sin otro propósito que ganar tiempo para el régimen agónico de Chávez y Maduro, sino que el mismo ocurriría al más escandaloso de los precios: la prolongación de los padecimientos de las familias venezolanas, el crecimiento de la desnutrición y las enfermedades. Dicho de otro modo: ese “diálogo” auspiciado por los amiguetes de la revolución tendría como resultado único el aumento del número de muertos en Venezuela por escasez de alimentos y medicinas.

Nadie debe engañarse. El “diálogo” que pretenden amañar, que puede lucir como una oportunidad muy sugestiva para quienes desconocen el estado de las cosas en Venezuela, no es aceptable sin unas mínimas e imprescindibles soluciones previas. El planteamiento, según el cual la oposición democrática venezolana debe incorporarse a la mesa dispuesta por Maduro y sus amigos, es inaceptable, por una razón básica: los derechos de los venezolanos no pueden cederse, no pueden negociarse.

Henrique Capriles, Leopoldo López, María Corina Machado, Antonio Ledezma, Jesús Chúo Torrealba y otros dirigentes opositores han sido enfáticos en sus declaraciones: el pueblo venezolano no tolerará la escenificación de una trampa tan evidente. Los señores enquistados en el poder; los representantes de los cuerpos diplomáticos en el país; los miembros de los poderes públicos; los ciudadanos miembros de la FANB; los dirigentes sindicales, gremiales y empresariales, todos en Venezuela están llamados a reflexionar sobre este enunciado: no hay tiempo para engaños. No hay ánimo en las familias hambrientas y enfermas para jugarretas de laboratorio. Hay que escuchar lo que el pueblo y sus dirigentes en cada lugar de Venezuela le están diciendo a quien entienda la gravedad del momento: es la hora de las soluciones inmediatas. Cualquier medida dilatoria no es sino un robo inadmisible: el robo del tiempo de vida de los venezolanos que padecen.

Estas soluciones previas están todas inscritas en la Constitución vigente. Son cuatro: apertura inmediata de los canales para el ingreso de la ayuda humanitaria al país; liberación de todos los presos políticos, sin excepción; eliminación total del programa de obstáculos, de modo de garantizar la realización del referéndum revocatorio durante 2016; reconocimiento real del estatuto de la Asamblea Nacional de Venezuela, tal como está previsto en la carta magna, por el resto de los poderes públicos. Estas medidas, repito, son las soluciones que podrían facilitar un DIÁLOGO en mayúsculas, si es que en el gobierno quedan factores y energías políticas que se interroguen por el futuro de Venezuela.

Me preguntan con frecuencia si la sociedad venezolana cuenta con figuras autónomas, probas, que tengan la disposición necesaria para facilitar ese necesario DIÁLOGO. No tengo dudas al respecto. Allí está la Conferencia Episcopal Venezolana, institución que por años ha mostrado su vocación por el progreso y la paz. Allí están los veinte ex presidentes que forman parte de la Iniciativa Democrática de España, que cuentan con sobrada experiencia en el ejercicio de las tareas que son propias de la democracia. Allí está la evidente figura de Luis Almagro, secretario general de la OEA, conocedor profundo de la situación venezolana, que podría ser un elemento fundamental para garantizar la fortaleza y sostenibilidad de los posibles acuerdos.

En las últimas semanas, voceros del régimen han comenzado a repetir que el referéndum revocatorio no será en 2016 sino en 2017, como si seguir robando el tiempo de vida de las familias fuese una opción aceptable. Todos los demócratas venezolanos, dentro y fuera de los partidos políticos, estamos comprometidos con esa solución, que es un derecho garantizado por la Constitución vigente. Lo que está en debate en Venezuela, insisto, es el tiempo de vida de las personas. Por lo tanto, o el referéndum revocatorio se realiza este 2016, o Maduro renuncia y abre paso a la solución de la crisis venezolana.

EL NACIONAL

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