En América Latina se han venido ensayando en países desencantados con la democracia representativa, instituciones participativas, buscando superar flagelos como la desigualdad y la pobreza. Sin embargo, hasta ahora estos experimentos no han implicado que en sus constituciones se hayan eliminado instituciones representativas. Ningún país de la región ha desechado formalmente los controles horizontales sobre el poder a través de la separación e independencia de los poderes públicos, la garantía de los derechos civiles y políticos individuales para que podamos elegir y ser electos en condiciones de igualdad, pluralismo y respeto a las minorías; en fin, el estado de Derecho. Lo que han hecho países como Bolivia y Venezuela es incorporar a la Constitución mecanismos participativos para perfeccionar la representación.
La práctica sí ha sido distinta. El Estado venezolano, por ejemplo, acaba de declarar ante la Corte Interamericana de Ddhh que no es una democracia liberal. Que su democracia es mejor.
Chávez y Maduro, ciertamente, han destruido principios e instituciones representativas liberales de la Constitución. Como resultado tenemos hoy un régimen autoritario, arbitrario, nepótico y corrupto, que no rinde cuentas ni consulta con la ciudadanía sus decisiones. Nos trata como menores de edad y nos discrimina entre leales y enemigos.
El 6D tenemos la oportunidad de recomponer una institución central a la democracia representativa, el Legislativo, para que vuelva a ser un espacio plural de deliberación y negociación de intereses en la elaboración de leyes y políticas públicas para salir de la abismal crisis.
Pero, para no caer en errores del pasado, ciudadanos y políticos han de ejercer también los principios participativos constitucionales para que quienes nos representen en el difícil camino hacia una democracia para Venezuela no ignoren las demandas de sus electores. Más que nunca necesitamos ajustarnos a la Constitución, combinando representación con participación.
@mlopezmaya