La acción del vandalismo fascista orquestado por el gobierno para espantar una comisión parlamentaria de buena voluntad y ponerla en el disparadero de la violencia y la brutalidad provocó un monumental caos en la ciudad. Debí movilizarme en taxi: los cuatro choferes que me prestaron el servicio habían sido y seguían siendo chavistas. Odiaban a Maduro. Es una ruptura de consecuencias inmensamente graves. Pareciera encontrarse al final del camino.

“A pedradas y trancas impidieron la visita de legisladores de Brasil”.

El Nacional, 19 junio de 2015

En un hecho sin precedentes en la historia venezolana, el gobierno de Nicolás Maduro ha permitido el aterrizaje de la aeronave en que viajaba una comitiva de senadores del Brasil, no para garantizarles el libre tránsito que garantiza la Constitución formal vigente, sino para humillarlos, golpearlos y aterrarlos. Y sentar un precedente frente a las preocupaciones de la comunidad internacional ante la grave situación que vive Venezuela. “El senador Ramón Ferraço afirmó por teléfono: ‘Nos vamos profundamente tristes porque no fue posible cumplir con nuestra misión, dado que el gobierno de Maduro impidió nuestra solidaridad con los presos políticos perseguidos”.

De hecho, Nicolás Maduro no solo impidió que representantes legítimos, democráticamente electos de un país vecino, con el que el Estado venezolano mantiene relaciones diplomáticas y comerciales, cumplieran su elemental misión de expresarles su solidaridad a los presos políticos. Fue mucho más lejos: impidió que pudieran hacer lo que cualquier hijo de vecino que ejerce su derecho está facultado a hacer: subir a la capital y entrevistarse con los partidos legítimamente constituidos. “No hemos podido conversar con los partidos sobre la democracia y la libertad de expresión porque unos manifestantes contratados por el gobierno de Maduro lo impidieron. Le decimos a Venezuela que resista, resista, resista”. (Ibídem)

Antes estos hechos, Teodoro Petkoff, el laureado político venezolano que asegura hasta el día de hoy que esta no es una dictadura, y Felipe González, que viniera a entregarle el Premio Ortega y Gasset y comparte su apreciación, tendrán que calibrar la veracidad de su trascendental afirmación: “Esta no es una dictadura”. Y muchos políticos de la izquierda neocastrista de la región, como el candidato presidencial chileno Miguel Enríquez-Ominami, tendrán que asumir la falsedad de sus apreciaciones sobre el régimen venezolano. En una reciente entrevista que le hiciera el periódico El País, de España, afirmó con la soltura con que lo afirma Pablo Iglesias, su congénere español: “No me gusta que haya presos políticos, pero Venezuela no es una dictadura. Es una democracia con problemas”.

Su insólita liviandad, más propia de un personaje de la farándula, de la que proviene, que del serio universo de la política, debiera escuchar la voz de los senadores brasileños: “Estamos asustados por el autoritarismo y la mala educación con la que fuimos recibidos. Un abrazo para los venezolanos; y tengan confianza y resistan, que la democracia va a retornar dentro de poco”.

“Autoritarismo” y “mala educación” son cuidadas expresiones diplomáticas en boca de quien respeta acuerdos y convenios internacionales. Y habla, en país ajeno, con la debida responsabilidad. Lo sufrido ayer por el grupo de senadores brasileños, una ofensa a sus electores, al Senado brasileño y al pueblo del Brasil que debiera tomarlo en cuenta, si es que la señora Rousseff, recientemente fotografiada sonriente con la segunda autoridad de Venezuela, acusada por las autoridades norteamericanas de ser el jefe de un cartel que trafica, según informaciones recabadas por la DEA de otras altas autoridades venezolanas que pidieran su protección, nada más y nada menos que cinco toneladas de cocaína semanales.

Traduzcamos sin hipérboles: brutalidad dictatorial y chusma fascista, son los verdaderos significados del “autoritarismo” y “la mala educación” que asustan a los senadores brasileños. En el colmo del cinismo prostibulario que caracteriza a una dictadura agonizante, las autoridades de gobierno autorizan el aterrizaje de la nave en que viaja la comisión del Senado brasileño en plena autoridad de su mandato y les permiten la entrada al país, pero les ordenan a sus grupos de choque, a las tropas de asalto del nazismo criollo, los ataquen, los apedreen, los intimiden y les cierren el paso, obligándolos a devolverse al aeropuerto y abandonar el país de inmediato y sin más trámites.

Es la clásica estratagema de lo que Petkoff llama “democracia restringida”: la democracia te sella el pasaporte. La dictadura te “restringe” su uso echándote sus tropas de asaltos. Y de paso se lava las manos para que sus tontos útiles le sigan brindando aire fresco. Es el siniestro doble juego del neofascismo castro-comunista que impera en Venezuela, ya en la plenitud de su despliegue y cuando todos los elementos que le permitían el perfecto disfraz han desaparecido. Es la estrategia impuesta desde Venezuela, por los Castro y a través del Foro de Sao Paulo, para empujar las democracias de la región al despeñadero. La que ya se despereza en España de la mano de Pablo Iglesias y Podemos, en franco proceso de regresión hacia la polarización y el enfrentamiento. La que pareciera estar incubándose en la sociedad chilena tras el ablandamiento de la Nueva Mayoría.

La acción del vandalismo fascista orquestado por el gobierno para espantar una comisión parlamentaria de buena voluntad y ponerla en el disparadero de la violencia y la brutalidad, ante la absoluta pasividad y ausencia de las Fuerzas Armadas y policiales, provocó un monumental caos en la ciudad. Debí movilizarme en taxi: los cuatro choferes que me prestaron el servicio habían sido y seguían siendo chavistas. Odiaban a Maduro. Es una ruptura de consecuencias inmensamente graves. Pareciera encontrarse al final del camino.

@sangarccs

EL NACIONAL

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