El sendero que deben atravesar los hombres en la vida para lograr un objetivo, ha sido motivo de inspiración para poetas, cantautores e intelectuales. Es la descripción del camino que con piedras, puentes rotos, barrancos, cárcavas, cuevas y túneles hemos de transitar a la vez que lo vamos construyendo.
Un poema de Robert Frost resume en pocas líneas la experiencia de una vida “…y cuando llegué a la bifurcación escogí el camino menos transitado, y eso hizo toda la diferencia”. Así como don Antonio Machado se refiere al desterrado que cruza desamparado fronteras, y lleva por equipaje la desolación del exilado, recuerda que “caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
Venezuela camina por una vereda oscura impuesta por la tiranía, trocha sinuosa y miserable causante de ruina a sus hijos por la aridez de su desolada tierra como de su alma, yerma convertida en trapo por el desgarramiento moral. El camino que hacemos los venezolanos, guiados por un liderazgo demencial, urge que cambie de ruta, una digna y soberana.
La tragedia está en no atrevernos. No somos capaces de cambiar el camino, escoger la ruta de la libertad sólo por no arriesgarnos, como diría Frost, hacer la senda como señala Machado y convertirlo en la ruta de los hombres que piensan primero y obran después, y no la que les imponen los sátrapas.
Ha llegado el momento que seamos lo suficientemente serenos y valientes para preguntarnos el porqué tanta agitación y prédica engañosa de este galimatías que llaman revolución, ese camino sinuoso, que hemos recorrido una y otra vez y que nos lleva al mismo pozo profundo y podrido por la corrupción, incapacidad y desesperanza.
La ruta de la salida es diáfana, la ilumina la luz de la verdad, nos exige sacrificio y decisión. Un sendero que no puede ni debe entretenerse en discursos ni engaños. Los parlamentarismos se merecen otro ambiente, pues la intención del tirano es reducir todo a palabras y palabrotas y se vaya escurriendo la oportunidad que la Constitución nos da como derecho.
Una posición firme frente a la ocasión requiere de convicción y valentía, que probablemente ante la arrogancia del régimen y su estilo represivo genere situaciones lamentables.
Suena la Diana, nos despierta para convocar a la recuperación. Es el momento de desatar las cadenas de la humillación de un pueblo históricamente altivo, hoy transformado en mendigo trashumante. La nación reclama que se levanten los verdaderos hijos de la patria, a quienes el dolor de sus hermanos les incendia sus corazones.
Los papeles están bien definidos, como don Miguel de Unamuno lo indicó a la atribulada sociedad española de 1900 !Zapatero a tus zapatos! !Sentido común, a tu comunidad! No te salgas de la cocina, donde eres tan útil, para ir a colarte en el laboratorio, donde no haces más que torpezas, porque los crisoles no son peroles, ni los reactivos salsas.
EL NACIONAL