En el execrable e hipócrita realme de lo políticamente correcto (political correctness), una suerte de moda creada por los gringos para cubrir con un velo de hipocresía sus atrocidades, desmanes, discriminaciones y crímenes, surge una palabra cuyo valor nadie se atrevería a negar a menos que quiera someterse al desprecio de la humanidad: Diálogo.

¿Es que acaso existe algo más civilizado que el diálogo? ¡Dialogar, hablar, es capacidad exclusiva del ser humano! El intercambio de ideas, el diálogo, es una de las expresiones más elevadas de la raza humana. Hablar, dialogar, nos distingue de las bestias.

Y en esa palabra, en ese elevado concepto, se refugió arteramente la manada de proxenetas del Consejo Permanente de la OEA para evadir la obligación histórica de aplicar la Carta Democrática en contra de la dictadura corrupta, asesina y genocida chavista que ha tomado por rehén al pueblo de Venezuela.

¿Cuántas veces en los últimos 17 años no se le propuso diálogo con el régimen –con sus captores- a un pueblo sometido, humillado y oprimido? ¿Acaso no fue diálogo el remedio propuesto en 2003 por la comunidad internacional a la Coordinadora Democrática, con la participación del para entonces Secretario General de la OEA César Gaviria y representantes del Centro Carter, incluyendo al propio Jimmy Carter, quizás el más conspicuo colaborador del Foro de Sao Paulo y de la izquierda internacional? ¿No fue diálogo ese deplorable sainete montado en 2014 con la oposición para desarticular la hasta entonces exitosa Salida que había logrado colocar la tragedia venezolana bajo la lupa de la comunidad internacional?

Diálogo… Diálogo… Diálogo… Cada vez que la dictadura chavista tuvo el agua al cuello, alguien gritó “¡diálogo!” justo a tiempo para salvarla, con el pretexto de que ese tal diálogo, en realidad se dirigía a evitar el derramamiento de sangre del pueblo de Venezuela. Pero el fulano diálogo no solamente no pudo evitar más muertes de venezolanos, sino que sirvió eficazmente para consolidar en el poder a la banda de malhechores que no solamente ha arruinado al país más rico del mundo, sino que lo ha utilizado descaradamente para exportar drogas, capitales ilegítimos y dominación política.

Cuando el actual Secretario General de la OEA Luis Almagro, hombre de izquierda vinculado con Pepe Mujica, toma la iniciativa de solicitar la aplicación de la Carta Democrática en contra de la dictadura chavomadurista, cuyos crímenes, consecuencia de la escasez de medicinas y comida causadas por la debacle económica, del patrocinio del hampa que ha llevado a casi 300.000 el número de muertos, ya revisten carácter de genocidio, la respuesta del Consejo Permanente, cuyos miembros, en su mayoría han sido manipulados con sobornos por el chavismo durante 3 lustros, fue (¡qué sorpresa!) ¡diálogo!

Soslayaron el hecho incontrovertible de que la situación de Venezuela está mucho más allá del diálogo. De que sobre lo único que se podría dialogar aquí es acerca de la rendición, renuncia y entrega de los criminales chavistas y su sometimiento a tribunales nacionales e internacionales. Lo que quedó comprobado con la demostración de “diálogo” que acaba de dar el régimen en la depauperada y hambrienta población sucrense de Cariaco, en la que la gloriosa Guardia Nacional Bolivariana –el Terror es su Divisa- aliada con la PNB abrió fuego con fusiles y pistolas en contra de manifestantes que solamente clamaban por comida y que desesperados gritaban “¡no estamos armados!” ante los disparos de los esbirros de la dictadura. Y es que el plomo es el único lenguaje que conoce el chavismo a la hora del diálogo.

A los cabrones de la OEA, con un Mauricio Macri desesperado por el voto del chavismo a favor de Argentina en la ONU a la cabeza, les viene como anillo al dedo la frase de Thomas Mann: “Cuando lo que se tolera es la maldad, la tolerancia es un crimen”. Los políticamente correctos chulos de la OEA (mercachifles en la nómina de pagos del gobierno de Nicolás) creen no poder equivocarse recomendando diálogo en lugar de acciones contundentes en contra de la dictadura venezolana -¡diálogo es lo civilizado!-. Pero no hay espacio para la duda de que al hacerlo y darle así oxígeno a la dictadura genocida, se están haciendo cómplices, al menos moralmente y ante la historia, de delitos de lesa humanidad.

@LeoSilvaBe

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