Todas las encuestadoras, aun las serviles a la dictadura, muestran una cifra de rechazo popular que raya en el 95%. En las calles las manifestaciones de ira en contra del régimen chavista son la regla y no encuentran oposición. La concentración “multitudinaria” pautada por el PSUV hace 7 días en la Plaza Monumental de Valencia no llegó a plenar ni la cuarta parte de la capacidad, a pesar de la llegada de 400 autobuses repletos de mercenarios reclutados para simular poderío. Son inequívocas las señales de que el chavismo agoniza como un paciente sostenido por respirador artificial.
Ante la evidente debacle de la revolución bolivariana (debería llamarse “dolariana” debido al amor de los revolucionarios por la divisa del Imperio) –único desenlace posible del mismo “modelo” tantas veces fallido en la historia que además goza del agravante de la corrupción e ignorancia de los comunistas criollos- que se pone de manifiesto en el rechazo popular unánime y el cerco internacional promovido por países víctimas del narcotráfico bolivariano, del terrorismo patrocinado por el gobierno chavista y de la contaminación del sistema financiero a causa del lavado de los capitales de los choros revolucionarios, la dictadura ha reaccionado desconociendo la voluntad del pueblo y obstaculizando el referéndum revocatorio pedido a gritos por toda la población, creando así las condiciones para una explosión violenta que justifique tomar las armas y dirigirlas contra esa ciudadanía que se le opone. La revolución -que nunca fue revolución sino la mera excusa para saquear un país- decidió recurrir a la violencia, destrucción y muerte antes que dejar el poder y correr con las consecuencias de sus crímenes.
Por momentos la dirigencia chavista pareciera estar en negación ante la propia muerte de su pretendida revolución. Vociferan acerca de sus éxitos y logros, se refugian en sus consignas, hablan de un tal Plan de la Patria que en realidad hundió al país, se jactan de un respaldo popular que no tienen a menos que sea en La Habana, ofrecen tomar las armas junto al pueblo en la defensa de los intereses de ese pueblo pasando por alto que ese mismo pueblo casi en su totalidad los repudia y desea ver fuera del poder.
Pero quizás están muy conscientes de que se ahogan en sus propias heces. Quizás saben con precisión que están acorralados interna y externamente. Quizás tienen consciencia de que la población en pleno los rechaza por sus crímenes contra el país y de que el mundo los hace responsables de delitos abominables contra la humanidad. Las listas de bolichoros y bolinarcos solicitados por la justicia extranjera no es precisamente un secreto. Quizás saben que para la mayoría de la dirigencia chavista la pérdida del poder, máxime por un arrollador referéndum revocatorio, signifique la pérdida de lo robado y prisión, en especial, en países que los acusan, y que también tendrán su día ante la Justicia Penal Internacional.
Amparados por lo más corrupto de la FANB y por una Milicia Bolivariana entrenada para ello, armada hasta los dientes y con más francotiradores que cualquier otro ejército, impedirán el Referéndum Revocatorio y asumirán la llamada Defensa Armada de la Revolución, eufemismo con el que designa el castrochavismo al genocidio final de quienes lo adversen, es decir, de casi todos los venezolanos.
Dependerá del último reducto de decencia en la Fuerza Armada Nacional, del mismo que no permitió el fraude en las elecciones parlamentarias del 6-D, impedir la formidable tragedia que las fuerzas más radicales del chavismo tienen en sus planes para salvar ese bárbaro y sórdido crimen que se conoce como revolución bolivariana.
Leonardo Silva Beauregard
@LeoSilvaBe