La política de la proximidad es un tema que se debate con relación a los cambios de la democracia en tiempos de la globalización. El poder siempre se ha nutrido de cierta percepción de distancia y sacralización que le da majestad y legitimidad. Suelen los mandatarios guardar compostura y dignidad. El bienestar, la vida, la paz de millones está en sus manos. El poder acarrea gran responsabilidad.

Pero ahora las autoridades políticas buscan la proximidad con la gente común, parecer un ciudadano más. Se atribuye este cambio a factores como la creciente pérdida de identidad colectiva y al fuerte individualismo en las democracias maduras. El político para ser exitoso necesita ahora hacerse más personal, humilde, cercano. La gente se mete en la vida privada del mandatario, quien para legitimarse se ha vuelto más humano.

Pero el presente venezolano es singular. Lo que constatamos no es aquel “Jaime es como tú”, el slogan electoral de Lusinchi en 1983 afín a esta política de la proximidad, sino más bien la metamorfosis de la figura presidencial en un jefe cualquiera de un grupo. La majestad del Presidente de la República ha sido disminuida a la condición de un jefe con su grupo de seguidores. El Estado ha sido expropiado de su condición de nación. Ahora es una especie de botín -caso La Casona presidencial es emblemático- para el uso de ese grupo, sus familiares, amigos y seguidores.

Lo vivido estos días parece avanzar hacia una etapa más profunda en esa dirección. Maduro, en las palabras que pronunciara en el Cementerio General del Sur ante la tumba del diputado Serra, aparece más bien como jefe de montonera, haciendo alarde de pasiones bajas, iracundo y vengativo. La máxima autoridad del poder político acusa públicamente, sin prueba alguna, sin recato, e incluso de manera soez, a seres humanos como él, de dentro y fuera de Venezuela, de ser culpables de un asesinato atroz. Igual algunos de sus funcionarios(as). Fue un acto injustificable, irresponsable, que va a contra natura de su investidura presidencial. Actos como ese antecedieron grandes tragedias padecidas en la historia de otras naciones. Hace falta madurez, prudencia y coraje para sortear tiempos más violentos aún, que ya nos pisan los talones.

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