Al responder el Papa Francisco con estas palabras: “Si acaso son los comunistas quienes piensan como los cristianos” a la pregunta capciosa de un periodista hecha con evidente mala intención, han armado un escándalo mayúsculo aquéllos que están prejuiciados en contra suya por considerarlo un comunista infiltrado en la Iglesia Católica, para mayor desgracia electo Sumo Pontífice. No comparto esta opinión. El Papa Francisco no es comunista, sino un pésimo político equivocado en estrategia. Intentaré explicarlo.
La Iglesia Católica es la única Iglesia-Estado en el mundo. Como Iglesia define los dogmas, respecto a los cuales se tiene al Papa como infalible. Como Estado, llamado Vaticano, no se reduce a sobrevivir en un territorio minúsculo, sino se comporta como potencia que tiene sus milicias (“cuántas divisiones tiene el Papa?” preguntó Stalin a Roosevelt) desplazadas por el mundo entero (sacerdotes, religiosos y laicos) con esta misión: 1) Preservarla y defenderla como comunidad religiosa y ampliar su base social con la evangelización; y, 2) Tomar el poder político, valiéndose de los laicos, para aplicar la Doctrina Social de la Iglesia, la cual debe servir de fundamento al programa político-social de los partidos y movimientos demócratas-cristianos o socialcristianos. Al meterse en política con este fin el Papa es un político expuesto a cometer errores, los cuales podemos y debemos criticarle y exigir que los enmiende. Así, pues, en política el Papa no es infalible.
Por esta dualidad político-religiosa para la elección del Papa se toma en cuenta su posición doctrinal, absolutamente necesaria para evitar otro cisma semejante a los habidos en los dos milenios de historia, y su aptitud para la misión política que se le encomienda. Para fines de los 80 la misión política fue contribuir al derrumbamiento del comunismo soviético, entonces en crisis. Eso explica haber elegido a un cardenal polaco, que conocía al comunismo por haberse formado en un país comunista y conocía la idiosincrasia de los pueblos eslavos por ser de esta raza. Esa fue la misión política encomendada a Juan Pablo II.
Para cumplirla a cabalidad Juan Pablo II preconizó la Doctrina Social de la Iglesia, que los demócratas cristianos Adenauer, De Gasperi y Schuman convirtieron en realidad social en la Europa Occidental y Cristiana creando el Estado de Bienestar y en realidad política creando la Comunidad Económica Europea (después Unión Europea). Teniendo esta bandera política por delante, Juan Pablo II cuidó de que la disidencia crítica no la empañara. A ello se debió que sometiera a los jesuitas a la disciplina rígida que le impone la obediencia al Papa y diera preferencia a las órdenes religiosas identificadas plenamente con el anticomunismo como el Opus Dei. Digámoslo en venezolano: amarró al Papa Negro (superior de los jesuitas) con cabuya corta.
Juan Pablo II no tuvo debilidades con el comunismo soviético. Jugó cuadro cerrado con Estados Unidos y las demás potencias occidentales. Nada de diálogos secretos para aceptar concesiones a cambio de mantenerse en el poder. Nada de mediaciones ante las potencias occidentales para montar un teatro. Nada de comprar la paz con el sufrimiento del pueblo bajo la tiranía. Y ganó. El imperio comunista soviético se vino abajo sin disparar un tiro, poniendo en evidencia que la paz es un señuelo de los tiranos cuando les mueven el piso.
Juan Pablo II fue un gran estratega político. Y por haberlo sido le dio a la Iglesia su mayor victoria política en siglos. El problema de Francisco está precisamente en su estrategia política totalmente equivocada que le está enajenando la fidelidad de la grey católica. (continuará…)