A mí me sorprende que digan tantas cosas del imperialismo norteamericano: es como estar fastidiando un gigante hasta que, al fin, lo toma en cuenta y lo desbarata.
Muere el dictador Kim Il-sung, Corea del Norte. Se da inicio a la sucesión: una monarquía. Hijo y nieto, sin protestas, ascienden al poder, uno tras otro. Una dinastía monárquica, sin ninguna duda. Podrían salir en Hola si tuvieran el glamour necesario. Esa terrible dictadura planteó en su momento la teoría conocida como “idea suche”, especie de manual revolucionario que los guio un tiempo.
El entrañable poeta venezolano Alí Lameda, contratado para traducir del inglés al castellano las obras del líder supremo, hizo modificaciones al original que lo llevaron a la cárcel. Pasó varios años preso. Los gobiernos democráticos de Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez lo sacaron de una larga condena en condiciones inhumanas que ocasionaron su muerte ya en libertad. Dicho en varias oportunidades, no lo olvido cuando se incomunica o no se permite ver a familiares de los presos políticos en Venezuela.
Nuestro querido colega y profesor Héctor Mujica, siendo diputado, fue a visitarlo, a Pionyang a ver qué podía hacer por él y su liberación. No importó que viniera del otro lado del mundo ni que fuera comunista. La respuesta fue “los presos políticos en Corea no tienen ningún tipo de visita”. ¿Será que los carceleros de este régimen han tenido por orientación la idea suche? El cierre informativo, blackout permanente, de Corea del Norte solo se interrumpe cuando se producen los lanzamientos de posibles artefactos nucleares. Ellos se encargan de promocionarlo. Amenazan con un supuesto poderío nuclear que en oportunidades les falla.
A mí me sorprende que digan tantas cosas del imperialismo norteamericano: es como estar fastidiando un gigante hasta que, al fin, lo toma en cuenta y lo desbarata. No puedo dejar de recordar la jacatonería de Saddam Hussein y las armas. En mi opinión, perdió la perspectiva. Se creyó la mitomanía que él mismo construyó. ¿Cómo terminó? ¿Recordarlo? ¿Para qué? Sí a una anécdota de Kim Il-sung. En determinado momento, la oposición había comenzado a tener más fuerza de lo que le convenía. ¿Qué hizo? Invitó a todos sus oponentes a un gran banquete para iniciar el diálogo. Con gran amabilidad los recibió en el palacio presidencial. En efecto, fue un delicioso banquete. Los opositores, ingenuamente, comieron. Estaba envenenado. Todos murieron. Ese era su diálogo. No es fácil, diría el ciudadano, lidiar con esa gente. ¡Dios nos ampare!
@EditorialGloria