Temen, luego existen. Se saben minoría y, por encima de eso, son golpistas impenitentes y, ambas condiciones, les llena de terror. Es indiscutible por lo evidente de ambos hechos que sientan un desprecio indisimulable por la soberanía popular. De allí que acosen a la representación de la mayoría que fue producto del 6D y traten, inútilmente, de desesperanzar al 80% de la población que quiere materializar el cambio político indetenible, a través del Referendo Revocatorio previsto en la Constitución, que se jactan de haber incluido en ella, pero del que no quieren ni que se le nombre.

El desprecio por la soberanía popular, no es otra cosa que el desprecio por la gente. Es lo que se expresa en la amenaza que lanzan los segundones, en medio de su terror a ser desalojados del poder, al decir que si logran su propósito de diferir el referendo hasta el 2017, de manera que no deba realizarse una elección presidencial, el vicepresidente que asuma la presidencia, designaría a Maduro vicepresidente y luego renunciaría.

Evidentemente, el segundón que eso anuncia, amenaza con patear la voluntad popular, como lo han hecho desde las intentonas fracasadas de 1992. Pero hay dos cosas significativas que dejan ver sin cuidado, confundidos como están por el miedo que les inspira el seguro desalojo del que van a ser objeto. La primera es la quiebra en el ánimo que les hace presentar el referendo como un evento ineluctable, que solo podrían tratar de llevar a una fecha que le permita a una camarilla retener unos cargos que ostentan.

La segunda, es más interesante. Dan por descontado que, ahora o en el 2017, Maduro inevitablemente perdería el revocatorio. Y a quienes estamos del lado del restablecimiento de la vigencia de la Constitución, no tienen que convencernos de ello, porque no solo es inevitable la realización del referendo, sino que queda claro que lo vamos a hacer este año y no habrá triquiñuela que pueda ocurrírsele a comadre, malandra o sociópata alguno que pueda evitarlo.

El tinglado con el que han desmontado la vigencia de la separación de los poderes públicos que se ordena en la Constitución, está inoculado de un terror que hace que sus componentes se comporten como bestias acorraladas. El decreto de estado de excepción, las sentencias –por llamarlas de alguna manera– dictadas por la sala exprés, las privaciones ilegítimas de libertad y las torturas a los disidentes y, en fin, todas la violaciones a los derechos humanos, no son más que expresiones de un terror a la propia conciencia de haber arruinado a un país que está exigiéndoles que le rindan cuentas.

Una imagen que puede aclarar la que quiero trasmitir, es la magnífica representación de Adolfo Hitler en el extraordinario logro cinematográfico “La caída”. Eso es lo que evoco cuando veo en la red de propaganda gobiernera, a alguno de los más conspicuos representantes del régimen, pero más que a algún otro, al que ahora le ha dado por encerrar a docenas de oficiales los miércoles por las noches, a los que obliga a oír las sandeces que balbucea, cuando no está lanzando amenazas. Como Hitler, en la hora final, engañándose a sí mismo, mientras se acerca inexorablemente el momento de responder.

En eso se resume todo. Más allá de los desaguisados de todos los días, que repugnan al Estado de Derecho, la actitud primitiva de quienes ostentan el poder deriva de que perciben el olor del tiempo de responder por el más grande desastre de la historia de este país, en que se resumen estos diecisiete años, cuyas consecuencias hoy estamos sufriendo todos. Se acerca el tiempo de tener que responder. Tendrán que rendir cuentas.

Y las van a rendir, porque aunque estén muertos de miedo, van a tener que contarse. Y esas cuentas las van a rendir este año.

Va de suyo que hablo de aquí y de ahora.

@Francisco_Paz_Y

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