La Patria esta postrada. Si la simbolizáramos en el hermoso caballo que exhibe nuestro escudo, diríamos que perdió las cuatro patas, luego de perder la brújula. Hoy habría que mostrarlo echado sobre la barriga, mocho de las cuatro patas y de espaldas, ocultando la cara, avergonzado por su situación.

Hoy, como consecuencia de no se sabe qué categoría de cucarachas cerebrales que afectan a quienes gobiernan, el Estado Venezolano ha desaparecido. Quedan las estructuras y los cargos, pero no hay un órgano estatal que no haya renunciado a ejercer las competencias que le otorga la Ley.

No volveré hoy a expresar por qué creo que quien ostenta la Presidencia de la República se muestra impedido e incapaz de tomar decisiones elementales en materia económica, tema harto tratado en artículos anteriores. Hoy creo necesario apuntar a un asunto que afecta el más preciado de los derechos que nuestra Constitución consagra, desde que fue declarada la independencia: el derecho a la vida.

El Estado, por llamar de alguna manera a lo que de éste queda, ha renunciado a ejercer sus competencias en materia de seguridad, tanto en el orden interno, como en el externo. Salvo por los esfuerzos que hacen con una mística inquebrantable los funcionarios del CICPC, con muchos obstáculos por parte del Ministerio Público, en cuanto a sus funciones de investigación, los organismos de seguridad del Estado mantienen una conducta omisiva frente a los alarmantes índices delictivos de bandas organizadas que operan a lo ancho y largo del país.

Baste revisar las informaciones de lo ocurrido en las últimas dos semanas. Las bandas delictivas tienen carta blanca para actuar, otorgada por la, en mi opinión, deliberada postura de dejar hacer, que se instruye desde la cúpula que ostenta el poder en Venezuela.

Y digo que es deliberada, porque no hay otra respuesta para quien, observando lo que está ocurriendo a diario en Guárico y Aragua con la llamada banda de el “Picure”, desde hace más de un año, trate de encontrar una explicación a tamaño despropósito. La toma de una comisaría policial, con granadas y armas largas para rescatar a varios secuaces, como el último de los sucesos conocidos, muestra que la única razón posible es el abandono, por parte del Estado, de sus funciones en materia de seguridad.

Y al procurar una respuesta que atine sobre la razón, la misma surge en forma diáfana, incontestable, de la realidad que sufrimos: el gobierno es prisionero de su miedo. Teme a que el último reducto que le soporta, que son las bandas armadas, que ellos denominan colectivos, le sustraigan el apoyo como consecuencia de meter en cintura a aquellos grupos que han derivado en azotes de sus comunidades. Y la causa primerísima de ese temor, es que no le arriendan las ganancias a la Fuerza Armada. Están convencidos de que dicha fuerza no dará sustento a una aventura para desconocer los resultados electorales que expresarán irremediablemente la nueva composición política del país.

En ese contexto y por esas razones, desprecian la vida de los habitantes de este maravilloso país que es Venezuela. No les importa un pito que a diario sean asesinados decenas de venezolanos. Se empeñan en crear los llamados territorios de paz, en los que han prohibido intervenir a las fuerzas policiales, renunciando al ejercicio de las funciones que les han sido confiadas. Todos sabemos lo que allí ocurre. Lo describe magistralmente Emilio Lovera, uno de esos excepcionalmente brillantes humoristas venezolanos, que han tenido que asumir el papel de conquistar a diario la libertad de expresión de la que pretende despojarnos el régimen, a costa de lo que sea. Le oí explicar a Lovera que los llaman territorios de paz, por el “paz-paz-paz-paz” de las armas que mantienen fuego permanente en esas comunidades..

Confieso ignorar lo que dice el Plan de la Patria, en materia de seguridad. Ocurre que ante el desastre que sufrimos, me dejo llevar de la mano de la sabiduría popular, para la cual “obras son amores y no buenas razones”, y en esta materia sabemos que han presentado decenas de planes de seguridad y ninguno ha hecho cosa distinta a incrementar el avance de la delincuencia.

Lamentablemente, para nuestra desgracia, hoy no tenemos seguridad alguna y la vida se arriesga diariamente, en las actividades normales. Ciudadaes como Caracas deben quedar desiertas al caer el Sol. Ni así nos salvamos. Hoy en Venezuela, esa gran prisión repleta de ciudadanos de buena voluntad, manda el hampa.

Hoy manda el pran de la Patria.

Va de suyo que hablo de aquí y de ahora.

@Francisco_Paz_Y

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