No es necesario que un asesor socialdemócrata de la MUD poseído por el platónico síndrome de Siracusa, vuelva a recordarnos que en política, cualquiera ella sea, sin importar su rango ni objetivos, no imperan los principios, tan reclamados “por los radicales”, esos absolutistas que se aferran a la moral, sino los primarios, biológicos intereses. Lo que he considerado bautizar como teología política de la coprofagia. Pues recicla y degrada a norma constituyente de la política regional de la dirigencia política, esa que blinda sus desafueros en el club de gobiernos en la que terminara degradándose la Organización de Estados Americanos, su mero instinto solidario y grupal de sobrevivencia. Aquel principio de acción política que Bismarck bautizara como “Realpolitik”: el realismo político, la maniobra, el muñequeo o la supremacía de los brutos hechos. El imperio de lo fáctico, la horma de la hipocresía, que a la hora de las decisiones debe ser respetado por los responsables de conducir la res publica, sin consideración a la ética. Dicho hegelianamente: el ser –das Sein– sobre el deber ser – das Sollen. Lo real por sobre lo ideal. Lo que es sobre lo que debiera ser. Lo factual por sobre lo normativo. El interés por sobre la moral. Como solía decir Mister Peachum, el rey de los mendigos, en la Ópera de Tres Centavos, de Bertolt Brecht: “Erst kommt das Fressen, dann kommt die Moral”. Primero a hartarse, luego viene la moral.

A Luis Almagro, un gran señor in partibus infidelis

Con lo cual, si a ver vamos, el Estado de Derecho se degrada a Estado de Intereses. Poco importa la brutal contradicción entre la norma constitucional y el craso ejercicio del Poder. Entre los cuales – norma y política, teoría y praxis, Política y Constitución– puede mediar un abismo, como está demostrado hasta la saciedad en el caso venezolano, desde el asalto al Poder por el castrochavismo. Que ha hecho de la Constitución que el mismo Chávez se cortara como un traje a la medida una bicha ornamental, un librillo de buenas intenciones, burladas, despreciadas y escarnecidas a capricho y voluntad de su creador y del sátrapa colombo cubano que a su extraña muerte delegara en el cargo.

Como, por cierto, y en un escandaloso caso de decadencia, pérdida de identidad y grandeza política de la región, ya nada significan las llamadas Cartas Democráticas o de Intenciones con las que los magistrados republicanos que se han hecho con el Poder – nada importa si de derechas o de izquierdas, por las buenas o por las malas, que los intereses, como bien lo señala nuestro platónico asesor de la MUD, carecen de ideología, trátese de un empresario, como Macri, una doctora criada en la cuna del estalinismo soviético, como Michelle Bachelet o un agente de un servicio de inteligencia extranjero, como Nicolás Maduro – adornan sus foros multinacionales: la OEA, el Mercosur, Unasur, el ALCA, el Alba o como quiera se llamen esos contubernios regionales sin otros objetivos que blindar la hegemonía electoral lograda en cada caso en los rituales democráticos de un continente que ha soportado, sin inmutarse, cincuenta y siete años votando, cambiando de presidentes democráticamente electos en todo el hemisferio, incluso dando golpes de Estado y el mundo cambiando de papas, pero conviviendo, tolerando y respaldando impertérritos y de buen grado a una tiranía que no es tan espantosa como la hitleriana o la estalinista, no porque no quiera ni pretenda serlo, sino porque materialmente no puede. Cuba no es Alemania ni Fidel Castro es Adolfo Hitler. Un ingenio de la fantasía política mantenida gracias a la capacidad de chantajear, engañar, seducir y encantar a un continente del delirio. Mientras, muerto Rómulo Betancourt y las democracias mirando de soslayo, la OEA y su Pilatero.

Los principios de sana y buena política respecto de la convivencia con los vecinos pueden decir misa. La no injerencia y el principio de la autodeterminación de los pueblos se hacen sentir particularmente donde empiezan los campos de concentración, los presos políticos, las hambrunas y crisis humanitarias. Esos son “problemas internos”. Y, como dice la canción, de esos cuídate tú, que de los míos me ocupo yo. Digamos: como Macri lleva a cabo una política económica que lo pondrá entre la pared de las reformas neoliberales y la espada del opositor populismo peronista kirchneriano, entonces Macri y su canciller Susana Malcorra pueden aliarse con los dictadores venezolanos y negarle a su pueblo – el nuestro – el derecho a la libertad comprando esa alianza vergonzosa para que, como en la metáfora de Lampedusa, en la Argentina política todo cambie para que todo siga igual. Es la teología política de la coprofagia. Los gobiernos de cumbre en cumbre, como decía el caudillo, y los pueblos hundiéndose en sus miasmas. Con la pretensión de poner como una guinda en la torta, a Susana Malcorra como secretaria general de las Naciones Unidas

Ni Temer, a pesar de Cardoso y José Serra, ni la Bachelet de la Nueva Mayoría – con su incrustación democratacristiana; ni Macri, el de Lilian Tintori; ni Santos, el ex ministro de defensa de Álvaro Uribe; ni el mismo Pedro Pablo Kuczynski, que alcanza el gobierno aliándose con la izquierda castrista, osarán romper el sortilegio del frágil y apenas sostenible equilibrio de poderes, esa utópica esperanza en cuyos altares la Reapolitik se muestra dispuesta a sacrificar sus lares y petates. Unos porque le temen al PT, como los brasileños; otros, porque le temen a los piqueteros, como los argentinos; aquellos, porque le temen a socialistas y comunistas, como los chilenos; y los de más acá, porque les aterra el recuerdo de Sendero Luminoso, como a los peruanos. ¿No ha sido ese temor a despertar al monstruo del castrocomunismo latinoamericano el que les impidió a George Bush hijo y a Barak Obama asumir aquello de lo que estaban plenamente conscientes, pues sus servicios de inteligencia y su Departamento de justicia estaban atiborrados de pruebas: que el de Chávez era un gobierno forajido y narcotraficante, aliado al talibanismo musulmán y principal distribuidor de cocaína en el hemisferio, combatiéndolo frontalmente, precisamente en nombre de la vigencia plena de los principios democráticos y el Estado de Derecho?

Es la perversa trampa en que regurgita la política de la región. Un amasijo de intereses, componendas, alcahueterías y corruptelas que se mercadean en el foro washingtoniano: una pila de agua bendita en la que los Castro, Maduro, Santos, sus socios y compadres, ayer Insulza, pasan a lavarse las manos como Pilatos de vez en cuando. Esa es la OEA, ese inútil y corrupto armatoste.

@sangarccs

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