Importantes partidos de la oposición que constituyen el meollo de la llamada Mesa de Unidad Democrática –viejos y de prosapia, como Acción Democrática o nuevos y aún sin experiencia de gobierno, como Primero Justicia– han echado por la borda todo el inmenso y promisorio capital político acumulado desde febrero de 2014 gracias a la decisión, el coraje, la voluntad y el espíritu de sacrificio del principal partido opositor del momento histórico que vivimos y posiblemente el eje en torno al cual se estructurará la Venezuela democrática del futuro, Voluntad Popular, a cambio de darle la mano al nuncio apostólico del Vaticano en Buenos Aires y sacudir las manos ensangrentadas y recibir una complaciente mirada de satisfacción del agente de la tiranía cubana en Venezuela, Nicolás Maduro. Todo, por nada.

El mismo partido Voluntad Popular, que ha cargado con la principal responsabilidad de una ofensiva que ha acorralado al gobierno y lo ha puesto literalmente contra las cuerdas, ha titubeado al momento de escuchar la voz de la principal autoridad de la cristiandad católica, apostólica y romana, el argentino Jorge Bergoglio, Su Santidad Francisco, que en un acto de sorprendente injusticia en vez de ponerse de lado de su feligresía –emancipada, observante, fiel y leal a su Iglesia y a la democracia liberal por la que lleva luchando con inmensos sacrificios por diecisiete largos años– ha salido en defensa de quienes ejercen la satrapía en nuestro país, vale decir, en respaldo de la tiranía castrista, marxista, atea, comunista y su colonia menor, la cristiana Venezuela.

¿Cómo pudo ser posible que el heredero de Ratzinger y Wojtyla, dos fervientes combatientes anticomunistas que lograron cambios sustanciales en el decurso de la historia reciente, como la caída del Muro y el derrumbe del imperialismo soviético, haya venido a socorrer a quienes han devastado a Venezuela, uno de los países potencialmente más ricos del hemisferio, han sumido a su población en una trágica crisis humanitaria, han saqueado los bienes públicos en cantidades nunca antes vistas en la historia de América Latina y probablemente del mundo y han prohijado el asesinato masivo y a mansalva de más de trescientos mil humildes hombres, mujeres, ancianos y adolescentes de nuestro pueblo, enriqueciendo de manera obscena a quienes han traficado con narcóticos, han lavado ingentes cantidades de dólares provenientes de la industria petrolera y del mismo narcotráfico y han destruido de manera casi irreversible a PDVSA, una de las creaciones del ingenio venezolano que nos ha hecho orgullosos de la capacidad gerencial de nuestros hombres, mantengan en mazmorras insalubres e indignas de una sociedad libre y democrática a jóvenes luchadores por la libertad y a líderes de primer nivel de nuestras fuerzas democráticas, a los cuales se les niegan sus derechos ante la impávida presencia del nuncio de Su Santidad, sin que SS Francisco haya emitido el más elemental y mínimo comentario?

¿Cómo es posible que el Vaticano haya venido a santificar las operaciones expansionistas de la tiranía cubana sobre el yugo impuesto a los católicos venezolanos y observe sin el menor espanto la destrucción de una república que fuera ejemplar en la lucha continental por los valores que han sido, suponemos que siguen siendo y esperamos con fervor que no dejen de ser los principios elementales de la cristiandad, la llamada democracia social?

Por si SS Francisco desconoce nuestra historia, a pesar de nuestra vecindad y la suya con el venezolano que acaba de ser electo prepósito de su misma orden, la Sociedad de Jesús, debo señalarle que el legítimo, plausible y generoso recurso diplomático del diálogo como vía resolutiva de nuestros conflictos – y nadie ha dado más pruebas de querer resolver nuestra espantosa crisis sin el menor recurso a la violencia que nosotros, los opositores venezolanos – ha sido usado de manera inclemente y abusiva por quienes gobiernan nuestro país para escapar del cerco de las masas desesperadas de venezolanos que sufren las peores tribulaciones. Como lo hiciera en abril de 2014, luego de la indiscriminada matanza de jóvenes universitarios que protestaban contra la violencia policial contra nuestras sedes de estudios superiores. Medio centenar de asesinados a mansalva.

Y lo más perverso de dicho mecanismo de sometimiento es que se sirve del oportunismo, la cobardía y la falta de grandeza de los dirigentes de los mencionados partidos que bajo el señuelo de futuras elecciones presidenciales están dispuestos a convalidar la prisión de nuestros más arrojados dirigentes, como Leopoldo López, Antonio Ledezma y Daniel Ceballos y a permitir el agravamiento de la crisis humanitaria que padecemos. Son ellos, asediados por las presiones del Departamento de Estado, la Casa Blanca y el mismo Vaticano, quienes han vuelto a sacrificar una vez más la pronta resolución de nuestro grave conflicto. Y a tolerar la aviesa violación de nuestros derechos constitucionales prohibiendo la celebración del Referéndum Revocatorio y de cualquier elección que podría poner en peligro la permanencia de la satrapía, para beneficio de la tiranía cubana y su depauperada economía.

¿Es esa la razón de hechos tan ominosos como los que amparan el presidente de los Estados Unidos y el papa Francisco, enviando a sus propios embajadores para impedir la expresión de voluntad de nuestra sufriente humanidad? ¿Impedir que la salida de la satrapía asfixie económicamente a Cuba, aparentemente objeto codiciado por la diplomacia de los poderes mencionados? ¿Evitar la incontrolable expresión de descontento popular como se viviera durante los sucesos de la llamada primavera árabe o la liberación de Ucrania de la dictadura? ¿Salvaguardar el proceso de paz en Colombia para favorecer una vez más a la tiranía cubana ante el rechazo de la ciudadanía colombiana?

La puñalada trapera infringida a las espaldas del pueblo venezolano, con la aviesa complicidad de los partidos de la MUD, salvo la honrosa excepción de Voluntad Popular, Vente Venezuela y los restantes partidos de la Unidad, todavía minoritarios como para impedir la brutalidad ejercida por la llamada Realpolitik de dos de los más grandes poderes del planeta, acongoja a los venezolanos. Vivir la injusticia de mano de dos de nuestros más admirados líderes mundiales no tiene perdón de Dios. Menos de los hombres.‎

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