En su encuesta de septiembre, Hercon ratifica amargas realidades que sugieren la fortaleza del voto castigo y la trepidante voluntad de cambio. Sigue creciendo la franja de los interesados en votar, la cifra llega a 85,8%.  62.3% votará por la MUD y 30.3 por el gobierno. La diferencia entre una y otro se sitúa en ¡32%! demasiado amplia para  ser revertida, sobre todo porque la causa inductiva, la demoledora crisis del país, está más viva que nunca.

Las reacciones oficialistas son patéticas. El rostro pétreo, sudoroso de Maduro anunciando las elecciones más difíciles de su vida, hace juego con las piedras fritas de Rangel, las sabrosas colas de Jackeline, el “voto mata encuesta” de la lamentable Tibisay,  y tú, Vielma Mora, dale con la aburrida lata de la IV.

La tendencia favorece a la oposición pero la adivinanza es enemiga de la política y por lo tanto las certezas queden para el 6D. Algunos inconformes, proclives a molestarse cuando las cosas van bien, sospechan de los avances y conjeturan secretas componendas. Sin embargo, una de sus exigencias, la del programa, tiene sentido. Si es posible vencer (o “no imposible”, calmemos a los suspicaces) ¿cuál será el programa de gobierno?

Contra lo que se piensa,  hay muchas propuestas prácticamente en todas las áreas del hacer gubernamental, pero las opciones se mantienen abiertas.

Invito ahora a leer el estupendo ensayo  “Latinoamérica y el asedio revolucionario”  escrito por Carlos Raúl Hernández, que proporciona las premisas históricas del  cambio programático y el clima de ideas necesario para integrar a nuestras complejidades las ideas predominantes en Latinoamérica, con éxitos rutilantes como los de Perú y Colombia y fracasos agobiantes como el de Venezuela. El reto es extraerla  de la pestilencia

Nuestro subhemisferio ha conspirado contra sí mismo. Primero fue la hostilidad contra la inversión foránea, las reglas sobre repatriación de capitales y dividendos, la reserva al Estado de áreas “estratégicas” y las restricciones normativas al margen de ganancias. Fue esa la doctrina de la Cepal, dirigida por Raúl Prebisch. Semejante clima robusteció el estatismo, cuyos funestos resultados los exhibe hoy nuestro empobrecido país. La revolución bolivariana ha terminado hundida en el fracaso, la corrupción y la incuria intelectual.

Entre los años 65 y 70 nació la  Teoría de la Dependencia, que como ilustra Hernández tomó como modelo la revolución cubana. Por extraña desgracia la nueva audacia fue alentada por numerosos y solventes intelectuales, que afortunadamente viraron en buen número hacia los predios de la razón.

Homologar modernidad con sumisión a EEUU y otras naciones desarrolladas, nos sepultó en el pasado. Enfrentados a los centros de alta tecnología y de capital  hizo extremadamente difícil nuestro ascenso consistente a los niveles de más alto desarrollo.

Ahora estamos en un gran momento. Vecinos nuestros, con sentido práctico y la experiencia meditada del desastre, se prodigan en mecanismos de integración y apertura que brindan un futuro ejemplar.

La obra de Carlos Raúl examina otros casos universales exitosos o frustrados. Habla del colapso de las economías intervenidas y el salto adelante del liberalismo del diminuto innovador Deng Xiaoping.

Al final el autor proporciona  importantes novedades sobre la concepción de lo social. Resultará imprescindibles para ese programa que se le pide al nuevo liderazgo de nuestro amado país. Venezuela, castigada como pocas pero destinada a ocupar lugares cimeros en el mundo.

BARÓMETRO POLÍTICO

Comentarios de Facebook

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here