“A los terroristas no hay que darles ni tregua ni cuartel”. Estas palabras, pronunciadas este martes por el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, tras el asesinato del embajador ruso en Ankara, Andréi Karlov, permiten presagiar un endurecimiento de las operaciones militares rusas en Siria, una actuación que ha suscitado una amplia condena internacional, sobre todo durante el asalto a los barrios bajo asedio de Alepo. Lo que hace tan solo un año habría puesto al mundo al borde de una peligrosa guerra regional tendrá exactamente el efecto contrario. Rusia y Turquía se han esmerado este martes en dar muestras de unidad, con múltiples promesas de mantener en pie su incipiente alianza.
La ronda de conversaciones diplomáticas sobre Siria entre los ministros de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, Turquía, Mevlut Cavusoglu, e Irán, Mohamed Javad Zarif, -en las que no participan ni Europa ni EEUU-, se ha celebrado en Moscú, tal y como estaba prevista, sin ausencias ni retrasos. Al término del encuentro bilateral entre el representante ruso y turco, Lavrov instó a su colega a “no hacer concesiones al terrorismo”, palabras que se pueden interpretar como un toque de atención a Ankara para que elimine su apoyo a los grupos que buscan derrocar a Bashar el Asad, a los que hasta ahora había patrocinado.
Por su parte, Cavusoglu pareció hacer suyas algunas de las tesis rusas al asegurar que debía cesar el “apoyo” desde el extranjero a todos los grupos que actúan en Siria, una declaración dirigida principalmente a Arabia Saudí y Catar, fuente de financiación de milicias de ideología islamista como Ahrar al Sham, que buscan hacer caer al régimen de Damasco.
PUTIN Y ERDOGAN, EN SINTONÍA
Los presidentes de ambos países, Recep Tayyip Erdogan y Vladímir Putin, también han emitido señales de que su cooperación no estaba en peligro. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, ha declarado que la “única cosa razonable” para Moscú y Ankara era “mantenerse más cerca y ser más eficaces en la cooperación”, unas palabras muy similares a las pronunciadas por el mandatario turco: “No permitiremos que nuestras relaciones con Rusia se degraden”.
Los analistas coinciden en asegurar que el Kremlin no solo no intentará culpar a Turquía del asesinato, pese a las embarazosas brechas de seguridad que evidenciaron el crimen -un hombre armado pudo posicionarse muy cerca del diplomático- sino que intentará obtener “contrapartidas” de su nuevo aliado, al tiempo que hacer avanzar su agenda en Siria.
“Los rusos no van a culpar a Turquía de este atentado, sino que van a buscar ganancias” en el contexto sirio, ha estimado James Nixey, experto en Rusia de Chatham House, centro de análisis internacional con sede en Londres, en palabras recogidas por AFP. De hecho, durante todo el día, tanto representantes turcos como rusos hicieron buena la versión de que el asesinato constituía una “provocación” para dañar las relaciones bilaterales.
Entretanto, en Ankara, continuaban las indagaciones sobre el asesino, que disparó a Karlov por la espalda gritando consignas de venganza por el asalto a los barrios cercados de Alepo. Un equipo de investigadores rusos llegó a Ankara para participar en el proceso. Seis personas han sido detenidas por las fuerzas policiales turcas, incluyendo la madre, el padre, la hermana y dos familiares del asesino, identificado como Mevlut Altintas.
CLÉRIGO OPOSITOR
Turquía examina si el criminal mantiene algún tipo de vínculo con Fethullah Gülen, el clérigo reconvertido en opositor y autoexiliado en EEUU al que Ankara responsabiliza también de la fallida tentativa de golpe de Estado en julio. Desde Pensilvania, el propio Gülen ha negado cualquier implicación en el asesinato del embajador ruso, y ha condenado la acción.
Queda por ver cuáles serán los efectos del asesinato, a medio plazo, en la guerra siria, en concreto en las bolsas que aún quedan bajo control insurgente. Durante las últimas semanas, representantes de la oficialidad rusa han venido endureciendo su retórica y asegurando que en estas regiones también se hallaban presentes “terroristas“, una justificación que ya emplearon para asaltar los barrios cercados de Alepo.