El Gobierno de Nicaragua ha culminado una década después de la fecha prevista la primera etapa de la refinería El Supremo Sueño de Bolívar; una mega obra de más de 4.000 millones de dólares, auspiciada por la cooperación venezolana.

La primera fase se termina el mismo año en el que, según lo planeado debía haber iniciado operaciones todo el proyecto.

La primera piedra como símbolo del inicio de la misma fue colocada en 2007 por los mandatarios Daniel Ortega y Hugo Chávez, en la comunidad de Miramar, en el municipio de Nagarote, León, en el occidente del país.

Según la promesa gubernamental, la refinería debía empezar a operar en 2017, para que en el año 2020 estuviera cubriendo el 41% de la demanda de hidrocarburos de Centroamérica y el 65% del diésel en la región.

La obra tendría capacidad para refinar 150.000 barriles de crudo por día, lo que dejaría a Nicaragua ganancias de entre 600 y 700 millones de dólares anuales.

No obstante, hoy apenas el lugar es una planta de almacenamiento de productos terminados para el mercado local, según constató el diario local La Prensa. Su capacidad de recepción es de un millón de barriles. Esta primera etapa debió terminarse en 2012 a un costo de 233 millones de dólares.

El gobierno sandinista, acostumbrado a guardar secretismo en su desempeño, no ha informado de dónde obtendrá financiamiento para construir la segunda etapa del complejo correspondiente al área de refinamiento.

Al proyecto le faltan 4.165 millones de dólares para terminarse. Contempla la planta de distribución, una refinería, una petroquímica y un oleoducto interoceánico.

El Supremo Sueño de Bolívar es un proyecto financiado mediante la cooperación venezolana, pero se ha visto afectado por la crisis que atraviesa ese país. Entre 2008 y el primer semestre de 2014 la inversión acumulada en el proyecto total apenas asciende a 230.4 millones de dólares y el mayor período de todo lo invertido fue en el 2012 cuando Venezuela destinó 115 millones de dólares, según cifras del Banco Central de Nicaragua (BCN).

Esta refinería, el gran canal interoceánico y el proyecto hidroeléctrico Tumarín estaban llamados a dinamizar la economía nicaragüense con el empleo y el crecimiento económico. Ninguno se ha concretado.

En la petroquímica existía la promesa de emplear a 3,200 trabajadores de manera directa y otros 9,600 de forma indirecta. La meta del Gobierno es convertir la refinería “en el principal centro de refinación y suministros de derivados de petróleo, con cobertura del mercado nacional, de Centroamérica y potencialmente el Caribe”, lo cual hoy es una duda.

La caída internacional del precio del petróleo y la crisis venezolana, no solo dieron al traste con la refinería, sino que cayó la cooperación al gobierno de Ortega. Según el Informe de Cooperación Oficial Extranjera (ICOE 2016) del BCN, la cooperación venezolana se redujo a 92.8 millones de dólares en 2016, después de que entre 2010 y 2014 mantuvo una media de 500 millones anuales.

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