La hispano-venezolana, de 22 años, vence a la estadounidense en la final (7-5 y 6-4, en 1h 43m) y levanta su primer grande, el 21º título para el tenis español en el ‘major’ francés.

Lo advertía una hora antes de la final el ilustre Manolo Santana, al que no suele fallarle en exceso el olfato en cuestiones tenísticas. “Es el momento perfecto, porque no he visto jugar tan mal a Serena”, decía en la zona destinada exclusivamente a los jugadores, mientras los familiares de Garbiñe Muguruza observaban una pantalla (padre y hermanos) o leían (madre). Y no falló Santana, porque la hispano-venezolana, 22 años, derribó (7-5 y 6-4, en 1h 43m) a la número uno, Serena Williams, e ingresó en la historia del tenis español por la puerta grande, con una victoria de máximo lustre en París.

Se convirtió así en la primera española que ganaba el grande francés desde hacía 18 años (1998), cuando Arantxa Sánchez Vicario elevó por tercera vez el trofeo. Se trataba del 21º título para España en Roland Garros, tras los conseguidos por Santana (2), Andrés Gimeno, Arantxa (3), Sergi Bruguera (2), Carlos Moyà, Albert Costa, Juan Carlos Ferrero y Rafael Nadal (9). Finalista el año pasado en Wimbledon y presente en la Copa de las Maestras de Singapur, donde firmó las semifinales, Muguruza ya tiene un nombre propio en el tenis nacional e internacional, después de vencer en un marco como el francés, a una jugadora que suma 21 Grand Slams y que ya contaba con tres cetros parisinos en su expediente.

Se coronó Garbiñe Muguruza y lo hizo con una exhibición de autoridad, marcando ella el paso y controlando la escena, de principio a fin. El arranque del primer set fue puro fuego, ambas sensacionales al servicio, herramienta básica requerida para un pulso de este perfil, con dos jugadoras pegándole a la bola a diestro y siniestro. Cualquier concesión con el saque era un presente para la rival, así que las dos sacaron los martillos. Una, quizá, con un punto más de fiabilidad, y la otra con la dosis extra de potencia habitual. Hubo equilibrio hasta que Serena emprendió la amenaza, el intento de intimidación, pero Muguruza le privó de dos opciones de rotura y fue la que le infligió el primer estacazo.

La receta del descaro

El break no intimidó a la estadounidense, que replicó con fiereza y la misma respuesta. Con 4-4, vuelta a empezar, pero la tendencia anímica fue poco a poco decantándose a favor de la hispano-venezolana, como una anguila eléctrica. Se ganó poco a poco el favor de la grada, que al principio arropaba a Serena y conforme avanzó el duelo se posicionó del lado de Muguruza, la aspirante, tal vez la bisagra entre una época y otra, quién sabe aún. No solo ofreció esta una resistencia firme, sino que jugó con todo el descaro del mundo, receta imprescindible para batir a la reina: confianza, dinamita en la raqueta y templanza, porque por mayor arsenal que se tenga, sin contención de poco vale.

En el ambiente de la Chatrier, muchísima tensión emocional. La posibilidad de un giro jerárquico estaba latente y crecía, crecí y crecía conforme avanzaba la película. Garbiñe, concentradísima, afiló más y más su derecha para enredar en el revés de Serena, lenta además en los movimientos y a la hora de corregir sus desplazamientos, mermada por unas molestias musculares en una pierna. El drive de su rival fue arrinconándola progresivamente y decidió el primer parcial, con una nueva rotura en el décimo juego (5-5) y la consolidación posterior del saque, aunque la norteamericana repelió dos set points con el oficio de siempre, porque jugará con más o menos brillo, pero su instinto competitivo es prácticamente inigualable.

Williams sigue sin atrapar a Graf

La grada francesa estalló, Serena Williams exhaló un rugido que rebotó en las cuatro gradas y el terreno se suavizó para Muguruza, sin perder en ningún momento la compostura, como si llevara toda la vida jugando este tipo de finales. Hubo momentos de dudas (nueve dobles faltas), por supuesto, instantes de vértigo y el nerviosismo lógico que conlleva la primera investidura, pero la de Caracas los superó con creces. Manejó también el segundo parcial con mano firme, dos roturas de arranque e intentándole hacer correr y ceder metros a Serena, para la que conseguir atrapar a Steffi Graf (22 títulos del Grand Slam) sigue siendo una verdadera quimera: no pudo hacerlo en Nueva York, el año pasado, ni tampoco esta temporada en Melbourne ni ahora en la Ciudad de la Luz. Se quedó en los 21 majors.

Garbiñe, con un punto de suspense porque no sabía si el globo que había trazaso había entrado o no en el fotograma definitivo del partido, redondeó su gran tarde, se echó en el suelo y rompió a llorar, exactamente igual que Arantxa hace 18 años. París tiene nueva reina y España otro icono de referencia. Puede el tenis mirar con optimismo al horizonte. Hay vida. Hoy día, el futuro le pertenece a Muguruza.

EL PAIS

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