Algún día alguien debe hacer un estudio sobre la anglofilia de Steven Spielberg: ahí están filmes como El Imperio del Sol (1987), Caballo de batalla(2011) y ahora esta Mi amigo el gigante. La huella de las historias épicas deDavid Lean, fundamentales en el devenir del cineasta estadounidense, se filtra en muchas de sus narraciones de temática inglesa. Si bien parecen películas sinceras, cabe preguntarse si el genio británico, esa especie de mezcla entre absurdo y humor de costumbres, llega a aparecer en el cine de Spielberg de algún modo.
En ese sentido, su adaptación del cuento de Roald Dahl El gran gigante bonachón(1982) es un intento de llevar el fantástico costumbrista, algo intrínsecamente inglés, a los mundos oníricos e infantiles de Spielberg. El proceso es complicado y demuestra que los límites culturales, especialmente en la dirección, pueden dinamitar el sentido de la obra original. Así, muchos chistes, referencias, juegos de palabras, resultan relativamente impostados en esta adaptación y no parece que Spielberg tenga una imagen de Inglaterra muy alejada de la postal. Este problema ya se vio en la fallida Hook (1991), aunque esta adaptación resulta mucho más trabajada y menos camp. Esto resiente el sentido fantástico del producto final, ya que los personajes son más disparatados que cómicos, faltando en muchas ocasiones ese sentido de la maravilla que ilumina las mejores obras de este tipo de cine inglés.
Una película en el fantastique como El imaginario del Dr. Parnassus (2009) de Terry Gilliam recogía mejor ese humor dickensiano, más malévolo que el blanco de Spielberg, y que es fundamental en los cuentos de Roald Dahl. En comparación, si ciertas ideas deCaballo de Batalla recibían mejor tino gracias al guionista Richard Curtis, aquí Melissa Mathison, en su trabajo póstumo, las convierte en un festival de tópicos que en ocasiones causan un poco de vergüenza ajena. A pesar de estos errores en el guion, que diluyen el cuento adaptado, la puesta en escena tiene elementos de brillantez, como las grandes filmaciones en el árbol de los sueños y la creatividad propia del cartoon -algo que Spielberg adora- de los disfraces del gigante. Esta filmación no es siempre excelente y el director de fotografía Janusz Kamiński tiene problemas a la hora de ajustar la luz en muchas transparencias (algo que ya le pasó en la última Indiana Jones). Resulta, además, discutible que fuera necesaria la imagen real en el filme dadas las ilustraciones exageradas del cuento original.
Obra menor en la trayectoria de Spielberg, como una especie de regalo a su abultada descendencia, conserva su pedigrí gracias a los excelentes actores (especialmente su descubrimiento en El puente de los espías (2015), Mark Rylance) y cierta inventiva visual. Un viaje al más allá a lomos de gigantes, en la afortunada expresión de Isaac Newton, que quizá merecería un mapa más trabajado.
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