En la película Metrópolis, de Fritz Lang, Freder se enamora de María, una androide, por primera vez. En Blade Runner, Daryl Hannah representa un “modelo básico de placer” con un atisbo de sentimientos. Bjork nos puso los pelos de punta con el videoclip Al is full of love, donde dos robots se besan, y Her nos ha demostrado cuánto amor puede llegar a darnos un sistema operativo que nos conozca bien.

La fantasía amorosa y sexual con robots esencialmente femeninos ha sido una constante desde principios del siglo XX. Hoy en día, las vaginas portátiles y algunos vibradores de alta tecnología podrían considerarse precisas máquinas de placer. Sin embargo, los juguetes sexuales siguen evolucionando para perfeccionar las necesidades y gustos del consumidor de un mercado establecido y en alza.

Sin ir más lejos, Autoblow, un aparato que simula el sexo oral para hombres, consiguió multiplicar por seis el dinero que su fundador pedía para fabricarlo en una campaña de crowdfunding. Más de 2.500 mecenas se encargaron de financiar la idea y dejar propina por si acaso. Las Fucking Machine, una fusión entre las sillas penetradoras de hace siglos y el martillo neumático, son ya viejos conocidas de los productores de películas porno. También habría que pensar hasta qué punto el porno online es simple voyeurismo o propone nuevas formas de experimentar el sexo a través de la subjetividad de las cámaras y interacción a través de sex cams.

Pero si hay un invento que ha supuesto un antes y un después en el mercado de los compañeros de cama artificiales son las muñecas hinchables, que han pasado de flotadores reclutados para despedidas de soltero a la prehistoria de lo que hoy se conoce como Real Dolls. El perfeccionamiento de estas muñecas, su piel, sus articulaciones, su peso real, es estremecedor. Tanto que ya hay personas, mayoritariamente hombres, que prefieren tener sexo con estas reproducciones femeninas de silicona e incluso establecer relaciones sentimentales con ellas, tal y como Rock Schroeter mostró en el espectacular documental Guys and Dolls.

Nuevos horizontes

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El siguiente paso estaba claro: conseguir que esas modelos mudas y carnales sonrían, se muevan, giman. Que complazcan aún más, como si fueran concubinas sin sentimientos que no necesitan más que un armario en el que cargar su batería. Para ello, el campeón internacional de ajedrez y experto en inteligencia artificial David Levy se ha aliado con David Cheok, profesor de computación en la Universidad de London City. Ambos son autores de obras y experimentos vitales en el campo del desarrollo de robots sexuales.

En el libro Love and Sex With Robots, Levy explora la interacción entre humanos y máquinas en la cama. Cheok, por su parte, consiguió perfeccionar un sistema llamado Kissinger, unos labios artificiales sensibles a la presión que pueden trasmitir el beso recibido por una boca real a otro dispositivo. En definitiva, un sistema a través del cual el beso en una pantalla puede ser recibido por otra persona en su móvil.

Kissinger podría estar disponible el año que viene como una más de las apps que hay a nuestra disposición, pero lo revolucionario es la puerta que abre: la de conectar cualquier parte de nuestro cuerpo a internet o a un aparato. “Ahora tenemos los datos íntimos de los usuarios en la red, pero aún no podemos conocer a alguien por la información online. En el futuro el cerebro, el subconsciente, estará conectado a las máquinas”, explicó Cheok a Newsweek.

Lo que este profesor de 42 años y el veterano David Levy se traen entre manos es el I-Friend, un software basado en inteligencia artificial que se llevó el prestigioso premio Loebner al software más realista: “Podría configurarse para cualquier mandato o personalidad, podría ser un juguete de lujo, un avatar que hace presentaciones de empresa o incluso un novio o novia virtual”, explicó Levy. El I-Friend sustituirá las líneas eróticas, pero por supuesto su uso más interesante sería introducirlo en un robot con el que hacer el amor.

Y aquí es donde entran en juego las vaginas y penes artificiales y las muñecas listas para que alguien les implante un cerebro que las haga vivir: “Yo creo que los robots sexuales serán una bendición para la sociedad. A mitad de este siglo, muchas personas encontrarían atractivo a un robot como compañero, amante, o incluso cónyuge”, opina Cheok. Los movimientos espasmódicos y sensuales de nuestras parejas humanas ya están siendo imitados por científicos como Nobuhiro Takahashi, como se ve en su prototipo Shiri.

Lamentablemente, los primeros intentos de muñecas y muñecos robot ya han salido al mercado. Los Sex Bots son unos prototipos realmente terroríficos que un grupo de emprendedores norteamericanos han empezado a fabricar a lo loco y sin demasiado rigor científico. Está claro que querían ser los primeros en hacerlo. True Companion, también presentaron a Roxxxy, su primer prototipo, en el salón erótico de las Vegas en 2010. También dicen ser los primeros.

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Llegará el día, lo sabemos, que los robots que estén a nuestra disposición serán perfectos e incluso diseñados a la carta. Lo que aún es un misterio es hasta qué punto puede atraernos sexualmente un androide, aunque hable, nos acaricie el cuello e incluso nos haga reír. Este es un asunto que la ficción cinematográfica está abordando mejor que cualquier estudio sociológico: los robots podrían transformar el mercado de la prostitución, pero su elevado precio dificultará que se erradique la esclavitud sexual. Los robots podrían convertirnos en seres que prefieren pagar por un muñeco ideal que invertir tiempo y esfuerzo en una relación, en renuncias, cuidados y discusiones. Como respondía en una ocasión un entrevistado a la afamada socióloga Sherry Turkle: “He intentado tener varias novias, pero prefiero la relación con mi ordenador”. Y tú, ¿seguro que no inviertes más tiempo al día mirando esta pantalla que a una persona de carne y hueso? Quizá ya estés enamorado.

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