Fue Nicolás Maduro quien, en pleno fragor de la protesta estudiantil primero exigió, luego reclamó, posteriormente solicitó y finalmente terminó rogando por la instalación de una mesa de diálogo. El accionar del movimiento estudiantil cobraba intensidad en sus reclamos, se extendía por todo el país, la lista de víctimas crecía y la situación, por momentos, parecía que se le iba de las manos al gobierno.
Recordaron entonces aquella célebre Mesa de Negociación y Acuerdos, una ocurrencia de Chávez, en pleno paro nacional, recién saliendo de un golpe de estado y con la popularidad seriamente averiada, que le permitió dilatar un larguísimo debate que efectivamente llegó a conclusiones y acuerdos, (una vez ya fría la calle), de los cuales el único que se cumplió y con un año de retraso, fue la celebración del referéndum revocatorio. Total, las exigencias de la alternativa democrática, muchas de las cuales se plantean ahora de nuevo, no fueron satisfechas y Chávez se atornilló en el poder gracias al aumento de los precios del petróleo, el desarrollo masivo del clientelismo y el control que logró, luego del conflicto, de las Fuerzas Armadas y PDVSA.
Ahora pareciera estarse repitiendo la historia. El nivel de conflictividad política se ha reducido, el gobierno se siente menos débil y comienza a desentenderse de aquello por lo cual clamaba hasta hace pocas semanas. Lo hace porque sabe que el cumplimiento de una sola de las condiciones de la MUD abriría la espita más de la cuenta y no obstante tratarse de cambios coyunturales que, en principio no comprometerían la gobernabilidad, después de uno podría venir otro y otro y otro
Sin embargo, la situación no es la misma, si Chávez salió fortalecido, incrementó su poder y lo pudo expandir, este de Maduro es un gobierno cuya debilidad estructural se encuentra ahora más comprometida, privado de apoyo popular, con una crisis económica en puertas y las consecuencias sociales que ese puede acarrear. Es evidente que persiguen, primero, el retiro de la mesa, por parte de la oposición, para transmitir la sensación de que ellos sí querían el diálogo y luego están apostando al recurso supremo, el de las Fuerzas Armadas, como sostén único de su frágil piso político.
Roberto Giusti
@rgiustia