El empeño de Juan Manuel Santos en imponerles una paz a los colombianos para tener un logro que ofrecer en sus desastrosos ocho años de gobierno, puede que termine costando tantas víctimas como la guerra.
Para demostrarlo, el número de civiles y militares caídos durante el proceso de paz cuando Santos les había ordenado un “cese al fuego”, que los irregulares nunca respetaron y el otrora “halcón” perdona, o pasa por alto, para no interrumpir las conversaciones, sin aceptar que con terroristas no se negocia y mucho menos en Cuba.
Hace unos días dos altos oficiales del Ejército fueron emboscados y cayeron asesinados por balas guerrilleras, y menos de tres meses cinco policías y aun no se olvidan los 18 soldados que fueros masacrados mientras dormían por una patrulla de las FARC.
El sábado la periodista, Salud Hernández Mora, desapareció en el Norte de Santander en un municipio controlado por el ELN y Santos hace lo imposible por no atribuirle a la responsabilidad a los más seguros sospechosos, los elenos, simplemente, porque insiste en sus tesis de que “la paz” que defiende es más importante que la libertad y la vida de los colombianos.
Todo esto hace de Santos un instrumento, cómplice de la guerrilla.