Cuando no podía traerlos por largas temporadas, pagado con el dinero de todos los venezolanos, se apropiaba del nombre de autores de prestigio como Noam Chomski, los citaba públicamente con obsesiva frecuencia, o como lo hizo con Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, se convertía en publicista oficial de sus obras.
Así fue como el franco español Ignacio Ramonet, el germano mexicano Heinz Dieterich, y el español Juan Carlos Monedero, entre otros, se convirtieron en marco teórico del llamado socialismo del siglo XXI. Para que la operación pareciese transparente, el jefe militar creo oficialmente un think tank, entre otras razones, suponemos, para facilitar el circular de los honorarios. Sin embargo, no pudo evitar los escándalos.
Ramonet, el hombre que desde un euro centrismo acendrado defiende para America Latina aquello que jamás propondría para Europa, como por ejemplo que un solo actor –l Estado cubano– controle de manera absoluta los medios comunicación de todo un país, terminó demandando por difamación, en París, a un venezolano que escribió sobre los dólares que supuestamente recibía el director de Le monde diplomatiquen por su apoyo al régimen rojo.
Y Monedero, el más ávido de notoriedad entre todos los refuerzos extranjeros, terminó renunciando públicamente al partido Podemos, luego que la prensa española promoviera un escándalo en torno a los 1,5 millones de euros que el asesor habría cobrado de manera aparentemente ilegal por asesorías al gobierno venezolano, evadiendo además el pago de impuestos en su país,.
Pero la larga luna de miel se fue acabando y, como sucede hoy con millones de sus electores venezolanos, en las filas de los importados también se comenzó a abrir una grieta cuando algunos decidieron decir adiós al proyecto rojo.
Primero fue Heinz Dieterich quien, tiempo atrás, comenzó a fijar distancia argumentando que el proyecto del “comandante eterno” se había extraviado en el camino. Ahora Noam Chomski es quien dice adiós. Desde su cubículo en Harvard, el emérito lingüista crítico del imperialismo americano, ha señalado al profundo daño causado por la descomunal corrupción que tanto el chavismo, como el PT y el kichnerismo han permitido. Agregando en el caso venezolano que por “la corrupción y la incompetencia (del chavismo) nunca lograron liberar al país de la dependencia casi total de una exportación única, e petróleo”.
Y para desgracia del presidente ya ido, al final de su vida Eduardo Galeano abjuró de su best seller confesando que cuando lo escribió era ignorante de muchos temas y que en su presente no defendería las tesis básicas de aquella obra que alimentó por décadas el imaginario de la izquierda simplista latinoamericana.
En Venezuela también ha habido deserciones intelectuales notables. Años atrás la reconocida historiadora Margarita López Maya se distanció cuestionar el carácter autoritario del modelo rojo. Freddy Castillo, brillante ensayista y ex rector de la Universidad de Yaracuy, comenzó cuestionando en Aporrea el culto a la personalidad de Chávez para luego vivir en carne propia, con la arbitraria intervención de su rectorado, los costos del pensamiento libre. Y Reinaldo Rojas, firmante de la Constitución de 1999, también respetado historiador, autor de un libro clave para entender la cultura política venezolana, Venezuela: fiesta, imaginario político y nación es hoy un severo crítico del madurocabellismo y no precisamente desde posiciones de derecha.
Si Macri gana, como se anuncia, Argentina se convertirá en rudo opositor de Venezuela en Mercosur. Peñaloza derrotó a la réplica chavista en el gobierno de Bogotá. Luego del pacto de élites necesario para concluir su gobierno, Rousseff quedará en manos de la oposición.
El socialismo del siglo XXI ya no tienen quien le escriba.