Con la sentencia gubernamental que ha condenado a Leopoldo López a casi catorce años de cárcel y sin pruebas técnicamente, tal como advertíamos la semana pasada, en Venezuela se establece un gobierno de facto.
En esta hora aciaga, ni hacia adentro ni hacia afuera de Venezuela se traga (como no se ha tragado jamás) el argumento de los “mensajes subliminales”.
Se trata de una decisión ejecutiva. Más que una decisión de Nicolás Maduro, pareciera el dictamen de un gobierno (o de una junta de gobierno) militar.
Y con la sentencia el país ha dado un giro de 360 grados.
Ya no somos los mismos.
Aquí ya nada será igual.
Como dictaminó Human Rights Watch y Amnistía Internacional, después de expurgar escrupulosamente el expediente abierto a Leopoldo López, no hay pruebas. No hay ninguna base que lo vincule con la comisión de un hecho ilícito ni que siquiera justifique su detención.
Y ésa también parece ser la percepción del mundo entero, que todavía respeta y se atiene al Derecho y a las normas civilizadas de la convivencia democrática.
Aquí se ha fabricado una farsa para satisfacer las órdenes de un “gobierno revolucionario”. El Estado de derecho ha sido derribado por la fuerza y Leopoldo López está detenido y aislado de cualquier asistencia legal.
Se ha producido un zarpazo imposible de justificar o de entender.
Lo que busca Maduro (o lo que estimula el régimen), sin importarle ponerse al margen de la ley, es suspender o evitar su derrota en el 6-D. Y si no hay una reacción fuerte de la comunidad nacional e internacional, aquí no habrá a quién recurrir.
Con una herencia de problemas acumulados y difíciles, Nicolás Maduro (como la cara civil del régimen) sigue proporcionando abundantes muestras de imprudencia. Y la peor es el incumplimiento de aquella promesa presidencial de gobernar para todos los venezolanos.
Confundió la causa del país con la suya propia. Confundió esos votos con un cheque en blanco para meter en la cárcel o reprimir a quien le proteste.
Y no.
El golpe se está asimilando como un mazazo. La alarmante carga de violencia soterrada de una decisión como la de encerrar a una persona durante catorce años dentro de una celda por exponer de forma vehemente su oposición, su disconformidad por algo que considera inadecuado, injusto, ilegal. Por protestar. Y eso es impresionante para cualquier conciencia civil, como la que construimos con tanto esfuerzo durante más de tres cuartos de siglo.
Ante la urgente necesidad de estabilidad, de una solución política creíble y democrática ante el colapso, que sea fruto de un diálogo nacional, el gobierno actúa como el duro brazo de un Estado de facto. Y así permite que se proyecte una sombra todavía más inquietante sobre la única ventana de esta crisis institucional: las elecciones del 6 de diciembre.
¿Se atreverá (el presidente Maduro, o su Junta) a clausurar esa única ventana?
¿Terminará de sumir a este país en una mayor oscuridad política?
Ya se ha constituido una verdadera monstruosidad, como en cualquier dictadura, al convertir en delitos como “instigación pública, asociación para delinquir y determinación en daño e incendio” unas protestas que se prolongaron durante tres meses.
Es decir: esta sentencia se convirtió en una orden para que te metas en tu casa y te calles.
Leopoldo López le pidió al Presidente renunciar y vino la represión más sangrienta recordada, por parte de un Gobierno que dio órdenes de disparar a sus correligionarios militares y paramilitares. Pero lo peor ha sido pretender convertir las decenas de muertos y los miles de heridos y los casi 4 mil detenidos (números que sacudieron al mundo entero) en algo tan maquiavélico y perverso como la obra de un líder.
Es decir: querer hacer ver que la culpa del crimen es de la víctima que protestó, que tomó la (prohibida) calle.
Y Maduro, en una escalofriante vuelta de campana, a través del uso de un perverso y dictatorial recurso retórico, se convierte en víctima y no en verdugo.
A los fines de su historia oficial, él es inocente porque dizque es socialista. Porque dizque es revolucionario. Porque es como una especie de agente 007 que tiene licencia para matar, cuando está claro que la sentencia trasciende el mero procedimiento judicial.
En la prensa internacional, aparte de la sentencia, se destacó el blackout informativo que la rodeó. Ningún canal de televisión y ninguna emisora de radio de Venezuela dio seguimiento al juicio del líder opositor: no se permitió la entrada ni a periodistas ni a representas diplomáticos. No se podía tomar nota ni tuitear y todos los equipos electrónicos fueron incautados en la entrada al lugar.
Fue imposible acceder periodísticamente a un acto público como lo debe ser, constitucional y legalmente, un juicio oral.
Sin embargo, de acuerdo con los testimonios, la juez Barreiros llegó a preguntarle a Leopoldo López si los riesgos de los cuales advertía a sus seguidores en sus arengas antes del 12 de febrero respondían a una consciencia previa de la violencia que se iba a desatar.
Es decir: la jueza consideró que Leopoldo debía saber que el Gobierno iba a reprimir salvajemente la protesta, que actuarían con armamento de fuego ante una manifestación desarmada, como si él fuera del MRIJ, del Sebin, del Ejército o de la Guardia Nacional. Por aquello de que con este régimen protestar en la calle equivale a jugarse el pellejo, ésa parece la orden que (desde antes y hasta entonces) se ha extendido por todas las calles, avenidas y plazas del país. Y así mantiene a la dirección de la oposición rígida y sin traspasar las puertas.
¿Pero sabrá Maduro a qué equivalía en los años sesenta ser reprimido y caer bajo las balas en la calle? ¿Cómo es que jamás se ha mirado en ese gran presidente de izquierda democrática que es el viejo Pepe Mujica, en vez de ese degradante, sangriento y antidemocrático espejo cubano?
Un comentarista político, generalmente bien informado y jamás enemigo de la Revolución, publicó esta semana que la jueza Susana Barreiros se encontraba en tres y dos antes del dictamen, porque en caso de absolución (al no encontrar elementos de prueba en contra) podría reeditarse la historia de la juez Afiuni, pero Barreiros no tendría oportunidad de pedir asilo en ninguna embajada. Además, se dice que los familiares de la juez estaban al tanto de su preocupación, así que el comentarista se preguntaba si al final valdría más la presión que la consciencia.
Un corresponsal extranjero en Caracas, muy alerta, destaca que al menos dos de los presentes en el juicio afirmaron que la juez fue muy dura y leyó de manera rápida y con un tono implacable el dictamen, como quien quiere salir rápido de eso.
Leer rápido y soltándole a Leopoldo los catorce años de prisión, pero a la vez colocando al país (técnicamente) en un lamentable estado de facto.
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CRÁTERES
Después de que uno de los símbolos más importantes de la oposición venezolana sufriera este golpe brutal, la BBC señaló que la oposición se enfrenta a un dilema: ¿protestamos o votamos? Luce paralizada ante un Gobierno que (ahora sí) asume el control de todo.
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En Voluntad Popular, Freddy Guevara acaba de entrar a formar parte del “grupo de los cuatro”, junto a Julio Borges (PJ), Henry Ramos Allup (AD) y Márquez de Un Nuevo Tiempo. Voluntad Popular es un partido consumido por la tragedia de su líder principal y eso los obliga a convertir la agenda de Leopoldo López en su prioridad. Pero al hacerlo, inevitablemente, van por unos rieles diferentes del resto de la oposición. Con el detalle de que está integrándose a una nueva mesa unitaria cuya prioridad no es el Caso López y con un problema electoral que los afecta como a todos: sin medios de comunicación y reclamando un líder nacional visible y corpóreo en la calle que recorra Venezuela y se mueva sobre el terreno. Esto acompañados de una AD que nadie sabe en qué anda y que vive de la rentabilidad que le presta su mínima estructura y su tarjeta de la Unidad, como una familia rentista venida a menos que con unos realitos ha comprado una acción unitaria que le rinde alguna ganancia. Y por Primero Justicia, lo más parecido en la oposición a un proyecto colectivo, cerrado a cal y canto a cualquier exigencia externa, y que tiene en su líder Henrique Capriles Radonski quizás su activo más importante, pero que no se decide a tomar la calle y a sacar a PJ de sus oficinas.
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La oposición no se termina de encontrar con la realidad. Éstas son lo que llaman unas “elecciones de tierra” en las que no hay “fuerza aérea” ni medios de comunicación, ni TV ni radio. Lo que debería ser un ejercicio encadenado de venta multinivel, hasta ahora luce confinado al espacio urbano y en los únicos sitios donde tienen muelles para atracar. Tienen que adquirir conciencia de que la configuración de las planchas unitarias dejó heridas en los liderazgos locales por las candidaturas que se impusieron desde Caracas y que (aunque no se quiera admitir) eso constituye unas ruedas frenadas.
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Y habría que sumar otro factor: la falta de músculo organizativo, algo que es mucho más importante en ausencia de la ventana mediática. Sobre todo frente a un chavismo militarmente ordenado, con una fuerza que para algunos está más o menos entre el 25 y el 30% contra una oposición en el 35-40%. El problema de esta data es que algunos dicen que no se está encuestando en la Venezuela profunda y que se guían por la foto de las elecciones del 15 de Abril, que muestra un registro de 50-50%, que en las municipales de ese mismo año (quitándole y poniéndole) fue algo igual.
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El Gobierno se desmenuza los nervios en un ensayo y error continuo, buscando un tema de mayor calado que le permita contrarrestar la matriz de opinión que hunde aceleradamente a Maduro y a su gobierno en las encuestas de opinión. Tras desechar lo de Guyana, las OLP y las inhabilitaciones, ahora va con Colombia y la sentencia contra Leopoldo. Y se juega las hilachas que le restan de rostro democrático, para detener el 80% de rechazo.
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¿Algo que detenga la caída? Fíjense: la relación de 80-20% de repudio a Maduro no es la misma en torno a lo de Colombia. Ahí el país se divide en torno al tema de una manera diferente: 60-40%. Y si se busca un vínculo entre el asunto Colombia y otros en los que no alcanza la mayoría, quizás detengan la caída por un momento. Y ése es el vínculo que propagandísticamente trabajan: su plan es lograr que un nuevo argumento permita, si no detener la caída, al menos reducir su velocidad.
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Lo grave es que el Gobierno sigue imponiendo la agenda. Y la oposición no lo logra. Y pendientes: las elecciones las gana quien lleva la iniciativa, quienes llevan la vanguardia en los temas y los plantean. La oposición no articula una sola idea que obligue al Gobierno a reaccionar, a responderle. Eso no significa que tengan perdidas las elecciones, sino que de no actuar (quedan todavía tres meses), el Gobierno puede salir mejor parado el 6-D de lo que debería.
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En lo que queda de campaña, los líderes y estrategias del comando de la Unidad (Borges, Ramos Allup, Freddy Guevara y Márquez) tienen que imaginar (por decirlo así) su propio Dakazo, su crisis de frontera, su sentencia. Vale decir: la oposición necesita un evento que produzca el quiebre, pero los mediocampistas no pasan el balón, no generan los espacios, no producen variantes. Puro pase largo infinito y sin ubicación, con un déficit organizativo contra un Gobierno que sí lo tiene.
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La parábola del expresidente boliviano Jorge-Tuto Quiroga es interesante: al imaginar una pesadilla fantasmagórica en la que el presidente de Estados Unidos es Donald Trump, se inicia la deportación violenta y brutal de millones de latinos, mientras marca y derrumba con tractores las casas de quienes hablamos español, “pero va más allá, dictamina la expulsión del periodista Jorge Ramos por no ser ‘imparcial’, detiene a los gobernadores opositores que protestan contra sus medidas y confina en el cuartel militar de Fort Benning a la líder opositora Hillary Clinton. Y la pesadilla se pone peor: la OEA, convocada por México, rechaza tratar el tema porque la mitad de los países respaldan a Trump o prefieren cobardemente “abstenerse”, condonando el abuso de lesa humanidad.
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Al Gobierno le sale una paliza electoral, pero no va a recibirla si la oposición no produce las variantes necesarias. El Gobierno sí sabe imponer su agenda y se muestra capaz de producir movilización. Por eso la oposición tiene que colocarse al frente a la situación con mayor energía y apartar a un lado a los gagá. Pero sobre todo dejar de pensar en que el voto castigo les va a llegar como la lluvia. Es la hora de modernizarse, aggionarse y colocarse en perspectiva, utilizando a esos tres gobernadores que lucen como los verdaderos líderes del país y que juegan dispersos. ¿O es que el Gobierno es el único que verdaderamente está haciendo la política?